sábado, 11 de julio de 2015

Cuatro vidas

Cuatro historias basadas en las emociones que, según un proverbio chino, forman parte de la vida: la felicidad, el placer, el dolor y el amor. Un hombre de negocios (Forest Whitaker) apuesta todo lo que tiene en una carrera de caballos. Un gángster (Brendan Fraser) descubre que puede ver el futuro. Una cantante de música pop (Sarah Michelle Gellar) es víctima de un mafioso (Andy García). Un médico (Kevin Bacon) debe salvar la vida de su gran amor de un terrible peligro. 


Movimiento sin estímulo, títeres sin don ni gracia por parte de quien maneja las cuerdas.
Entiendo que un día, tal vez leyendo una revista o curioseando por internet, de repente Jieho Lee encuentra este proverbio chino que dice "La vida se divide en cuatro emociones, felicidad, placer, dolor y amor" y, a partir de ahí, dejó volar su imaginación, sin mucho empeño ni esfuerzo, y dibujó cuatro historias, cada una de ellas con pretensión representativa de cada sentimiento, que debían enlazarse para formar un bucle de cómo todo, en la vida, está relacionado y conectado.
Su inmensa suerte fue contar con un reparto de lujo dada la vacuidad y poca solvencia de los relatos, lo cual hizo que la película se vendiera sola y se abriera camino con una facilidad pasmosa.
Y, en ese mismo tono y con esperanza que la elijo, que voy a tropezar con mi ingenuidad intacta a la espera de una imitación diestra de "Crash" y con la ilusión de disfrutar del escaparate de los actores participantes y ¡párese de contar! pues si a Forest Whitaker todavía se le visiona con apetencia en su intento de ir más allá de oruga y obtener la felicidad de la hermosa y libre mariposa, y también por ser el primero y modestamente llevadero, luego topamos con la losa de Brendan Fraser, piedra inamovible por mucho futuro que anticipe y filosofía de ser cambiado por el mismo que quiera vender y, de ahí al mafioso Andy García "dedos matón", a Julie Delpy de inocente cantante abrumada y a Kevin Bacon, de Dr. Ross de urgencias, donde ya simplemente, hemos perdido los papeles.
El juego de unir piezas y jugar con ellas al cubo de Rubick está bien, loable intento a la espera de sus frutos venideros, sólo que el resultado es un conglomerado de hablar por contar, donde el guión se cree mejor de lo que es realmente y piensa abordar los 6 grados de separación que existe entre los humanos con destreza y talento, ingenio y sabiduría pero, lo único que consigue es que observes a los intérpretes haciendo caso omiso de sus palabras ya que, todo este bla, bla, bla místico elimina la genialidad que la imagen insinuaba, venta fallida donde el contenido del producto no ha resultado ser lo prometido.
Cuatro vidas lanzadas con ostentación y lujo que resultan ser baratijas de mercado, segunda mano sin absorbencia, frenesí ni mayor interés que una visión ausente, sin emoción ni cognición envolvente pues, como muchas veces ocurre en el drama, si no aciertas a involucrar sentimentalmente al espectador, su presencia se limita a observar, juzgar sin piedad y esperar su fín pues, anímicamente, está muy lejos del escenario presentado.
Sin conexión ni pasarela que te conecte con ellos, la frialdad de la visión duele, enoja y causa devastadores efectos en el público, transitar como alma ausente que no siente, sólo escucha y observa, es perder toda la pasión e ímpetu por ella.
Felicidad, placer, dolor y amor..., ¿lo encontraría en una galleta de la suerte, cenando en los chinos, y de ahí todo este revoltijo?