domingo, 18 de septiembre de 2016

All the way

Biopic sobre el ex-Presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson, encargado de suceder a Kennedy tras su asesinato.


“La política es la guerra”, y no hay honor en ella.

Los americanos hacen películas y películas sobre su historia, son reincidentes -en ocasiones, cansinos- sobre acontecimientos concretos de su pasado, encumbrados a eternidad inolvidable y orgullosa, y se siguen viendo las diferentes versiones con éxito de audiencia, aplauso y crítica; los españoles, las contadas ocasiones que echan la vista atrás y remarcan un hecho o se postulan respecto a lo heredado, por nuestra castigada tradición vivida, se les machaca con esa escasa visión y reconocimiento de una tierra que hace válido, con inmerecida consideración, el conocido refrán “en casa del herrero, cuchillo de pala”; algo similar a lo que sucede con las banderas, pues sin postularme a favor de ninguna simbología, la de barras y estrellas mola, ¿la roja y amarilla?, como que no está tan venerada ni publicitada más allá del mundo del fútbol, aquí sagrado, por otra parte.
Una vez más volvemos a Kennedy, no al debatido momento de su impactante asesinato, sino a los hechos políticos que se sucedieron tras su muerte, en un país que se tambaleaba entre la incertidumbre, el miedo, el caos y la inestabilidad gubernamental, de una nación que había perdido repentinamente a su máximo dirigente, una estrella carismática y única que se convirtió en idolatrada leyenda para siempre.
La codiciada Casablanca y los tejemanejes de quienes aspiran a llegar a ella, la preocupación de quien, por eliminación de ficha y sustitución de trámite, le toca presidir el imponente despacho oval; en quién confiar, de quién dudar, quién es el apropiado, quién el rechazado, y mientras el pueblo expectante, atento a las inmediatas decisiones y a los precipitados acontecimientos.
El “presidente por error” se pregunta “si estoy muerto o ¡enterrado vivo¡”, pues sabe la que se le viene encima, once meses de duro trabajo hasta las elecciones, donde poder llevar a cabo sus objetivos
sin poner en peligro las próximas elecciones, pues uno no se vende por nada, menos por ideales; rectifico, uno no se vende por nada, que no esté a la altura de lo requerido, menos aún por unos ideales, negociables y moldeables.
Derechos civiles para los negros, su demandada petición de voto en medio de la disputa que decidirá todos los sucesos durante esos tensos y decisivos meses de enfrentamientos, traición, promesas y engaños; un excelente guión, reaccionario, sarcástico, agónico, veraz, potente, dinámico, donde cada palabra y sentencia intercambiada es un torrente de emociones controladas, vertidas con explosión desmedida, dado el acuciante momento que se está viviendo y lo que está en juego.
Soberbio Bryan Cranston, magnético en su interpretación, carismático en su personalidad, sugestivo en su resistencia, combativo en su esencia, exclusivo espíritu que reina a sus anchas ante una cámara que le adora, dada la espléndida manifestación de su personaje; luz y oscuridad se intercambian en menos de un segundo según
circunstancias y expectativas, todo delimitado, calculado y medido para exponer esa guerra de mentiras y acuerdos que es la política, una lucha de contrincantes sin moral ni ley excepto la de ganar, que Jay Roach rueda con rigor, entereza y eficacia de oferta.
Completa y perfeccionada, estudiada y cuidada con trabajo y eficiencia en todos sus puntos, un satisfactorio trabajo para la televisión producido por el propio Spierlberg, cuyo resultado es de gran pantalla, donde es la riqueza de la dialéctica compartida la que lidera el resto de cumplidos a designar, que son muchos; larga, transcurre rápido, sin agotamiento de política ni de tiempo, observar las desmadradas, inmorales y astutas negociaciones entre ellos es curioso, apasionante, instructivo, interesante y grato.
“All the way”, todo el camino, entre demócratas,
republicanos, negros y blancos, entre soberbia, ambición, demandas e ilusiones por cumplir, violencia física y de palabra por la dignidad, la equidad y la libertad de todos los americanos, sin excluir por color de piel; se vota, se hace campaña, se negocia, se tergiversa, se remienda, todo vale en el amor y la guerra, y esto es una guerra donde se ama y odia, por igual, según convenga.
“No hay mejor sensación en el mundo que la de ganar”, todos la quieren, sólo uno la consigue, el que será el nuevo presidente de los Estados Unidos de América; el resto al banquillo, a esperar.

Lo mejor; conocer las sucias entrañas de los políticos, en una pulcra dirección e interpretación.
Lo peor; las argucias argumentativas de la política no interesan a todos.
Nota 6,3



No hay comentarios: