viernes, 2 de septiembre de 2016

Beasts of no nation

Drama basado en las experiencias de Agu, un niño soldado de un país africano que, tras cerrar la escuela y ser sacado de su aldea y golpeado casi hasta la muerte, se vio obligado a participar en una guerra civil empuñando un arma y combatiendo a sus compatriotas.


..., y Dios dejó de escuchar sus plegarias.

La historia ya ha sido contada en reportajes, noticieros y documentales, la captación de niños a los que se deshumaniza para convertirlos en armas de matar, soldados sin emoción, empatía o apego por sus víctimas, quienes aprietan el gatillo sin pestañear a cambio de seguir vivos, en esa escalofriante disyuntiva en la que si no matas, te matan; ahora, cosa diferente es verlo en imágenes de credibilidad, vigor y expresión sincera, esa amargura deleznable que Cary Joji Fukunaga usa para exponer la crueldad en sus límites inconcebibles.
Pero, a través del libro de Uzodinma Iweala lo hizo, imaginó una forma impactante, dura y atroz de narrar tanto dolor, inquisición y violencia sufrida por este ejército de infantes; no pensar, seguir órdenes, repetir una y otra vez el mismo acto, mirada vacía, congelada esencia que hierve de miedo, sin familia, sin amigos, sin hogar, únicamente cumplir los mandatos del Comandante.
Realista, sugestiva, arrolladora, embriagadora, el odio engendra odio y puede sacarse provecho guerrillero de ello; entrenamiento intensivo, mental y físico, morir para renacer siendo otro manipulado y domesticado a las nuevas exigencias; la droga parte del hipnotismo que refuerza la militar semántica, y el momento decisivo llega, y supera con aprobado la prueba, ha matado al primero, ya es un soldado.
Sobrecoge, aturde y asusta, junto a su narcótica banda sonora e impresionante fotografía; la transformación es brutal e increíble, obediencia convertida en poder abusivo de razón perdida que ya no sabe, por más tiempo, quién es ni lo que hace; dura, feroz, determinante, imposible
no involucrarse y quedarse al margen, barbarie en sentidos tan amplios y varios que es difícil de digerir y coger, sin sentir su vapuleado destrozo.
“Esta guerra es para nada”, las balas se lo comen todo, la oscuridad reina, la tristeza manda y el futuro es incierto; bestia y diablo en el alma de un crío que aún resiste, pues recuerda las enseñanzas de madre, el cariño de padre, la alegría de su hermano, memoria que convive con la desgracia, horror y miseria que realiza con sus manos.
Conmueve con pudor y recogimiento, se comenta con sensibilidad de conciencia, emotividad sin consuelo de quien tiene el infortunio de nacer en tierra de desventajas y resignadas posibilidades.
Conoces su evolución, no por ello desgarra menos,
potentes interpretaciones para un guión que narra con sobriedad, sin esconderse; extensa duración, que transcurre sin darte cuenta, para el escrutinio direccional de un director-escritor-fotógrafo que igual intimida en su cercanía, que muestra el uso vergonzoso de ese formato piramidal corruptible.
“Beasts of no nation” bestias sin nación, también niños con hogar destruido.
..., y ya no volverá a sonreír con feliz inocencia.

Lo mejor; su credibilidad escénica y entereza narrativa.
Lo peor; basada 
en hechos reales, aún hoy pululando.
Nota 6,7

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