miércoles, 19 de febrero de 2014

Cuando todo está perdido

Manual de pasos a seguir en caso de accidente naútico; ausencia total de cualquier tipo de emotividad o expresión que denote algo más que un seguir el procedimiento en caso de naufragio. Una única localización, un inmenso-aterrador-hermoso mar de fondo, cámara estática-centrada en un Robert Redford protagonista con ofensiva cara de poker que no transmite nada, nula expresión de cualquier tipo de emoción o sentimiento más allá de una inquietante calma y tranquilidad que llega a ofender, cansar. Estar al borde de la muerte, la peor de las situaciones posibles imaginadas, ver escapar las oportunidades de salvación, inutilidad de cada paso dado ante un destino empeñado en jugártela..., todo ello exhibido con una inexpresividad, un sinfín de movimientos robotizados, todos ellos muy apropiados y lógicos pero que evitan cualquier tipo de afinidad, enganche o interés permanente en nuestro experto superviviente por no saber expresar la inevitable desesperación, frustración y locura -pérdida probable de una racionalidad apagada- propias de situaciones tan extremas y caóticamente incontrolables. Película muy técnica en su actuar, articulada en todo su formato, un sosiego y serenidad en el proceder que no levanta pasiones ni entusiasmo; muestra unas ganas por vivir, energía inagotable de superación de las dificultades sin el resultado esperado, falta del rendimiento deseado pues en el camino pierde al espectador por no sentir al personaje, por no palpar su interior, su esencia más desesperada, sólo observar un exterior que no dice mucho más que los pasos a seguir en caso de catástrofe marítima. Quiero sentir la vida, el roce de la muerte!!!, no ser una observadora externa, inmóvil e inerte. Quiero involucrarme, participar de su milagrosa aventura pero para ello debe dejarme entrar, abrir las puertas de su espíritu, de sus emociones y mostrarse al mundo, a un público deseoso de sentirle y vivir su tormentosa experiencia.








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