domingo, 14 de junio de 2015

Los insólitos peces gato

Claudia, una joven callada y meditabunda, trabaja en un supermercado como promotora de salchichas. Por no saber lidiar con esta insostenible soledad, termina en la sala de urgencias de un hospital público, con un severo caso de apendicitis. Es ahí donde conoce a Martha, una mujer que se encuentra hospitalizada en la cama de al lado. Martha, quien vive acompañada por sus hijos, poco a poco se gana la confianza de Claudia.


"Los súspiros son señal de que necesitas más aire para respirar", y la vivencia de esta historia es señal..., su textura es confirmación..., de que le falta un punto de cocción, un grado más, ese mínimo añadido de sal, pimienta o fuerza en general que la encumbre a vívido sentimiento absorbido con profundidad.
Porque es meritorio el primer trabajo de Claudia Sainte-Luce, cine de emociones que aspira a plasmar la soledad, amargura y abandono de quien está sola y desamparada y, de repente se le tiende una mano amiga, ofrecimiento sincero de una recién conocida -madre adoptiva sin saberlo ni pretenderlo-, sin taxas ni lamento que le abre las puertas al mundo familiar, a la convivencia caótica y atropellada de quienes comparten amor y cariño sin limites, condiciones ni caducidad, terreno nuevo, inhóspito y desconocido para esta errante de la vida que encuentra un motivo para levantarse cada mañana, razón para existir, andar y sonreír, un afectuoso y querido ayudar a los demás, a quienes la han acogido como miembro activo de su clan sin reparo, preguntas y los brazos abiertos para sentir y experimentar, en cuerpo y alma, lo que significa y transmite un enorme y sincero abrazo.
Tristeza que se abre a la alegría, desilusión transformada en esperanza, melancolía desaparecida gracias a la franca y tierna compañía de quien te invita a su casa para ser uno más, de quien despierta a la existencia/de quien sucumbre a su fallecimiento, ciclo conexo lleno de emotividad, precaución y un absorbente realismo, expresividad congénita noble y veraz que te permiten integrarte en el relato con voluntad y determinación efectiva de ser un miembro más y participar como mirón, callado y en silencio, en un rincón para no perturbar ni perderse un segundo de este desmadre de unidad, aunque siempre e inexplicablemente en conjunción espontánea de equilibrio solvente, que adopta a la misteriosa y extraña, cálida y amable enferma de la cama de al lado.
Pura aflicción Ximena Ayala en su papel protagonista, fantástica y deliciosa en su cauteloso nadar por aguas nunca antes navegadas, ese sorprendente y precavido andar por tierra jamás pisada, naturalidad y sencillez amparada por el resto de los participantes, coordinado elenco que muestra el renacer de una estrella/la desaparición de otra, vida y muerte cogidas de la mano como necesaria y pródiga conexión que permite el rodar y continuar de la existencia, en este nuestro mundo.
Su reparo es esa intensidad que no se llega a confirmar, carisma no explotado que se mueve por dosis de ínfima aceleración no explorando todas sus opciones y habilidades, sensaciones que se quedan a un nivel menor de lo insinuado y deseado, deducido pormenor concluyente, que resta pero no anula, defecto que no invalida la obra por tratarse de un primer intento, novata incursión en el mundo del largometraje por parte de esta directora mexicana, que apunta maneras e intuye formas pero todavía no se ve capaz de coronar ni conformar, todo lo visto, con perfección de disfrute pleno.
Peces gato..., comunes en América del sur, son carroñeros nocturnos que viven cerca del fondo, en aguas poco profundas..., y ahí se ha quedado, hasta esas mínimas profundidades ha sido capaz de lllegar y transitar esta principiante del ojo tras la cámara, que en su primer intento de llegar al fondo de su filme, de todo lo que se veía capaz de dar y ofertar y, pretendiendo ser carroñera nocturna -también a plena luz del día-, no logra pasar ni ir más allá de esas aguas poco profundas.
Obtiene un bien por el resultado, un aplauso por el intento, ilusión para venidero futuro, conveniencia media para el presente pues no escarba todo lo que puede, no incide como debería, camina por superficie llana, plana que no acaba de hallar su magnífico corazón ni la magnitud y vehemencia de su alma, apasionamiento leve que deja grata huella pero lejos de un recuerdo sólido y suculento que la memoria demanda y añora.
Calidez y emotividad sin calado, raiz firme que sabe crecer pero no mostrar toda su consistencia.
"¿Cuánto tiempo hace que estás sola? Desde los dos años". Bienvenida a la familia.