miércoles, 10 de junio de 2015

Misericordia (Los casos del Departamento Q)

Después de un error que le costó la vida de uno de sus colegas y que deja paralizado a su mejor amigo, el inspector Carl Mørck atraviesa una de las peores épocas de su vida. Su sentimiento de culpabilidad aumenta cuando su jefe y la prensa dudan de su actuación. Relegado a un nuevo departamento dedicado a casos no resueltos, Carl, junto a su nuevo compañero de origen sirio Hafez al-Assad, ve la oportunidad de demostrar su valía al descubrir las numerosas irregularidades cometidas en el caso de Marete Lyngaard. Cuando en 2002, esta joven promesa de la política danesa desapareció mientras realizaba un viaje en ferry, la policía decidió cerrar el caso por falta de pruebas


Una explicación y un por qué poco alentador, nada meritorio para toda la trama expuesta, insignificante y apenas satisfactorio para el tenso y vibrante recorrido realizado, un fastidiante reparo de retroceso inexplicable para este "Caso Abierto", convertido en largometraje, que sigue todos los pasos convenidos en el tiempo y espacio acordados.
Aunque, no importa, nimiedad que pasas por alto pues es intensa y excitante, inquietud que atrae y cautiva, a la que acompañas con interés y adicción, atención ofrecida con facilidad y compensada con gratitud por la vuelta recibida, un cambio equitativo y ajustado al precio convenido.
Entrada a lo "Seven" que pronto deriva en un Harry Callahan sin suciedad, misma efectividad y sobrado esmero cuyo dolor, sufrimiento y pesar intenta abatir con la obsesión por el trabajo, con esa persistente ocupación en algo que le rehuya de pensar y recordar, que le evada de calcular y rememorar los actos llevados a cabo, que le libre de un martirio cognitivo que recorre su mente en continuo, sin parada, benevolencia o sentimiento de lástima hacia su persona.
Ubicado como nuevo encargado de casos antiguos, no cerrados, que a nadie importan, este obligado e inesperado guardián de las causas perdidas inicia su angosta andadura acompañado de su fiel escudero, no solicitado, con quien , por supuesto, habrá choque de emociones y carácter, personalidades diferentes y opuestas para conformar ese dueto valiente, inquisitivo y feroz que hace bien su trabajo a pesar de las trabas y dificultades.
Porque, aunque la investigación no sea muy aguda y las pistas surjan y se revelen con facilidad pasmosa de quien tiene prisa por disponer tan sólo de los 45 minutos de duración del espisodio -olvidando que es película y debe cubrir más volumen y terreno-, es una agilidad y rapidez que no molestan gracias a su etiqueta fría y distante, de velocidad seca y arisca, todo un porte austero y cortante para escenas sádicas, de angustia y temor muy logradas y conseguidas, afilado camino de aspecto depravado y envilecido que no se ve rematado por el motivo señalado, tortura de juego perverso por observar la decrepitud, asfixia y muerte lenta de quien es asesinado, día a día, sin piedad ni explicación que no se ve coronado como debe cuando se descubre la misma, un hecho insustancial y pobre para la fuerza, carisma y sugestividad del trazado.
"Si alguna vez me mato, no lleves mi caso", este errante de la vida sin sonrisa ni esperanza, vagabundo sin alma ni beneficio pero remordimientos a mansalva, herido en una mente que nunca calla, ni descansa, y un corazón que a duras penas resiste, concienzudo en su labor policial, con una tozudez marca de la casa que caracteriza ese instinto innato que nunca le falla seduce en su aspereza, enamora con sus silencios, se le quiere por obstinado, adora por terco, obvio talento de un solitario que no elude sus responsabilidades.
Aunque no sorprende y ofrece lo pactado para estos casos, bien estupilados, en su género entretiene y atrapa, es ágil en su ritmo, simple en su lema, sugestiona y motiva con sencillez, complace sin excesivo ruido, rigidez y firmeza decoran el escenario, la culpa y tenacidad como ingredientes de fondo, ¿alguien da más con tan poco?
Es, después de visionarla y proceder a sus análisis, que descubres que no ha contado nada que no esperaras pues, durante la misma, estás tan cómoda y ensimismada que ¡ni te das cuenta! de modo que ¡tómate otro café y échate de nuevo a las calles!, ya que se disfruta y abraza con delicia, ncanto y armonía.
Formato clásico de firma danesa que ameniza y contenta, no es un complicado relato ni cuenta con grandes argucias en su argumento, guión que no arriesga en la confección de la trama ni se sale de la línea recta marcada pero..., es accidente leve resuelto con una pericia que entusiasma y agrada, se devora con gozo en un consumo apetecible donde tampoco conviene escarbar más a fondo, la mirada lo aprecia, el corazón se conmueve, el espíritu se emociona y la mente se integra, justicia en buenos términos donde acabas obteniendo la anhelada sonrisa al lado de este, no pretendido, héroe que ha vuelto a encontrar su razón de ser y lugar en el mundo.
Jussi Adler-Olsen, artífice del relato, dale tantos casos ¡como quieras!, pues el Departamento Q tendrá tantas historias ¡como imaginación e inventiva tú tengas!
Ni recrimines ni sanciones, simplemente valora y estima.