viernes, 12 de junio de 2015

McFarland USA

El entrenador de atletismo de una pequeña ciudad californiana convierte a un pequeño equipo de atletas en los candidatos para ganar el campeonato. 


Qué agradable cuando subes al coche, pones la llave en el contacto y, al girarla, suena ese fantástico ruido de un motor que no falla; pones la primera, bajas la ventanilla, enciendes la radio y a disfrutar de un paseo agradable, coordinado, sin imprevistos y de conducción relajada y segura.
Porque es Disney, porque es una historia real, porque es familiar, dulce, bonita y encantadora, todo como se desea, se espera y debe ser; llegada a un sitio nuevo, totalmente diferente y de gran choque cultural donde adaptarse será todo un reto y, en el cual, "donde fueres haz lo que vieres" es norma de confianza y estabilidad para andar y sobrevivir a tan variada contrariedad, época de contratiempos, malentendido y problemas con otros de cercanía, amistad y cordialidad, añadimos escenas tensas y tantas otras entrañables, dudas y reveses con firmeza y orgullo de triunfo, valentía osada y coraje instintivo que no desfallece y que marca la ruta de este eficaz y consabido destino, como se desea, espera y debe ser.
Lindeza para la mirada, suavidad para el oído, calidez para el espíritu, sensibilidad para el corazón, poco trabajo para el pensamiento, sencillez de andadura para un entrenador blanco, un sensible y maduro Kevin Costner -quien se gana tu aprecio y respeto por el espléndido trabajo realizado-, que se siente como en casa entre veloces mexicanos a los que sabe sacar su ánimo, ilusión y esperanza de ser algo más que recolectores de campo.
La región más pobre de California, McFarland, puesta en los anales de la historia para ser recordada por su esfuerzo y recompensa de batir todos los récords cuando nadie tenía ninguno puestos en ellos, todo un "dream come true", el hermoso cuento de la gallina de los huevos de oro, aquí gallo comandante que se levanta al alba, acude al campo, regresa al colegio, 
vuelve al trabajo, no pierde ningún entrenamiento, ayuda en casa y aún le quedan fuerzas para ganar la carrera, héroes que ni Hércules, ni Sansón, ni Dávila, jóvenes con oportunidad única, nunca ofrecida, que se abren camino y gana su merecido puesto, corredores de enorme espíritu, integridad pura y honestidad serena que resisten, superan y vuelven a la batalla pues, sin otra opción, sólo queda correr, correr y volver a correr hasta ser primeros, porque..."cuando corremos somos dueños de la tierra, la tierra es nuestra, hablamos el idioma de las aves, ya no somos inmigrantes..., cuando corremos nuestros espíritus vuelan, hablamos con los dioses, cuando corremos nosotros somos dioses".
Alegría general, bienestar en conjunto, esencia estimada para una loable y auténtica historia, de constancia y mérito, que deja huella por su feliz y bello final que, aunque sea de cuento de la fábrica de sueños que la patrocina, se corona y encumbra al ser veraz como la vida misma, como las dificultadas y beneficios que todos los participantes de este carrera de fondo consiguieron al creer en ellos mismos y en el equipo.
No es la mejor en su estilo, tampoco se sale del marco establecido, género de superación, autoestima y empuje cuando nadie apuesta por ti, nadie espera nada de ti, fábula ejemplar para alentar corazones, levantar el ánimo y venerar esas contadas ocasiones en las que, David realmente vence a Goliat, y la altura de la montaña se hace pequeña dada la maestría, resistencia y vigor de quienes ascienden por ella.
Prototipo estandar que ofrece lo convenido, ilustra lo determinado y que, más que pensar en el gusto y apetencia del espectador, está dirigida a dejar constancia, hacer justicia y rememorar para siempre, por arte y gracia del Séptimo Arte, a orgullosos dignatarios de su honorable apellido, destreza de crianza, unidad y fervor por quién se es, dónde se nace y a qué familia se pertenece.
La posible debilidad y simpleza del argumento y su correspondiente guión son cosa aparte que se perdona, olvida y coloca en segundo plano pues lo importante es observar, admirar y celebrar las emociones de estos enérgicos y vibrantes chavales que ilustraron a sus padres, pueblo y a ellos mismos que se puede si se quiere, trabaja y cree en ello.
Entretiene con honestidad y cumple con su propósito, sin enamorar completamente ni desbordar sentimentalmente obtiene tu simpatía y logra alguna pequeña emoción que se cuela y entrega sin disgusto y con comedido placer, disfruta de la parte exitosa/disculpa la otra, no es difícil y hacerlo es muy satisfactorio, cómodo y grato. 
Recreo de bienestar medio.