sábado, 19 de abril de 2014

La mujer invisible (The invisible woman)

Una historia de amor, una historia de infortunios, una historia de dolor, un amor negado, un amor recuperado para vivir más allá del mañana; el silencio no es lugar para ocultar un corazón apesadumbrado, amar y ser amado está en la vida misma sin la cúal no somo nada. Profundas e imponentes palabras que definen el impresionante y laborioso trabajo realizado por Ralph Fiennes, un ejercicio maduro e impoluto de dirección e interpretación excelentemente acompañado por unos exquisitos secundarios que conforman un cuadro bello y delicado, suave y tenaz. Una soberbia puesta en escena, una tenue fotografía, un apreciado vestuario, una rotunda melodía, delicadeza en las formas, finura en el lenguaje, sutileza en la estética, suavidad para la vista, agradable para el oído..., todo un conjunto de detalles cuidados al máximo, con gran precisión cuya obvia percepción es instantánea, fácil y rápida; una hermosa figura de porcelana que alumbra e ilumina toda la estancia por si sola. Se vislumbra, adivina una apasionada historia de amor, potente e interesante relato que, sin embargo, va perdiendo intensidad conforme avanza, una atracción e interés inicial que lentamente y sin apenas apreciación va desinflándose cual inclinada cuesta abajo que no parece remontar. Es una exquisita, suntuosa obra de arte que, pasado el inicial impacto y tras un tiempo de estimado y considerable mantenimiento pierde emoción y encanto, atracción y seducción cual delicada pieza, figura preciosa a la que te cansas de mirar por falta de pasión, nervio, hechizo, empuje que desvele tu ocasional y leve somnolencia; un detalle nimio pero importante para una pieza magnífica y deliciosa en su consideración teórica, en cada una de sus partes pero que falla, cojea levemente en su efectividad práctica. Aún así eres consciente y capaz de valorar el esfuerzo del buen trabajo realizado.




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