jueves, 3 de abril de 2014

Una vida sencilla

En tu casa haz lo que quieras pero fuera de ella compórtate y no molestes; máxima con la que vivió su vida, su vejez hasta los últimos días, un lema grabado a conciencia dentro de ella, una barrera difícil de atravesar incluso para aquellos que la quieren y se preocupan por ella. Si nada de interesa es que estás muerto!..., pero que difícil es dejar que te cuiden cuando ése ha sido siempre tu trabajo, cuando servir ha sido siempre tu máxima, cuando toda tu rutina se derrumba y todo fin se desvanece; la culpabilidad de ser una carga, molestia incómoda que aprieta y no puedes soportar, la vergüenza de necesitar a los demás, de pedir la exigente ayuda, la desesperación de no valerse por uno mismo, frustración angustiosa de una vida que no controlas, de un futuro aciago que hay que sobrellevar. Retirada a los corrales para no molestar, consumo silencioso de los últimos años de vida, mucha tristeza y enorme soledad envuelven a este largometraje sobre una vida sencilla, de gran humildad y devoción, que refleja el sentir de un pueblo hacia sus mayores, cultura de comportamiento que dice mucho de esa sociedad. La película, como no, es sencilla, amable y emotiva, fríamente cálida, una frialdad que se va perdiendo conforme se acepta la gratitud de devolver el cariño recibido durante tantos años; mucha lectura entre líneas de todas aquellas emociones no dichas con palabras, arraigados sentimientos que se desvelan poco a poco, observar el crecimiento de una relación durante años formada pero que adquiere su significado en los momentos decisivos, ambos protagonistas serenos, resignados y soberbios al dejar intuir sin sobrecarga toda una vida de sentimientos, la sencillez de un día a día que conforman la grandeza de una existencia. Como los buenos postres, su elaboración es delicada y frágil, a fuego lento, con pocos ingredientes necesarios pues su sabor está garantizado; es imprescindible la paciencia de degustar cada trozo de helado, cada porción de tarta con la exquisitez de no tener prisa, que el tiempo necesario para degustar cada momento sea aprovechado con placer y demandado, gustoso silencio. Gran parte del público lo encontrará soso y aburrido, sin apenas sabor o contenido; aunque, la finura y elegancia de las formas, la reflexiva emotividad nunca expresada, el contacto íntimo de una manos, la tierna mirada del cariño pocas veces han sido reflejados con tanto empeño meticuloso y con tan sublime maestría reflejo de una sencillez que se abre camino, a pasos agigantados, hacia la grandeza de su enorme contenido; la vida sencilla de una persona que vivió para los demás con cariño y ternura, devoción y gratitud hasta el fin de sus días.




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