viernes, 26 de diciembre de 2014

Goats

David Duchovny, de Mulder a porrero, de buscar indicios de la existencia de extraterrestres a cultivar marihuana y enseñar el culo a la mínima que puede, de hallar presuntos ovnis de los viajes de los alienígenas a viajar colocado sin necesidad de nave..., parece ser que, últimamente, siempre hace el mismo tipo de papel, repitiendo patrón y actuación escénica, aquí en concreto, de un mítico "Expediente X" a todo un esperpéntico hombre cabra de pelos y harapos, amigo de caminata mística cabrera y único referente paterno de una chaval cabal, sereno, inteligente y aún no perdido mentalmente, a pesar del circo que le rodea, que se mueve entre una madre hippie, excéntrica, neurótica que busca su hasta-el-gorro-de-ella ¡yo! de forma incesante, de cambios de humor y rumbo según sopla el viento y, un recto, maduro y sobrio padre repentino, aparecido de la nada donde escapó sin dejar rastro que quiere ejercer, tardíamente, de figura responsable eligiendo, con cordura, inteligencia y como salvavidas de tanto malabarismo, pasar su estancia interno en un colegio mayor donde respirar sin humo, crecer sin interferencias, recapacitar con tranquilidad, investigar con tiempo, conocer su persona, madurar sin chantaje y observar nítidamente a todo aquel que le rodea sin la presión de compañía alguna.
Reír no te vas a reír, de desternillarte ya puedes ir olvidándote, troncharte ni por asomo, por mucho que te lo vendan como comedia genial de humor disparatado firmada por el cine independiente USA y te planten un dúo payaso surrealista y ridículo encargado de la parte de las tonterías, burradas y ademanes para provocar carcajada y sonrisa ves cambiando de sintonía porque nada, cero, porque encontrarás a una Vera Farmiga haciendo charlotadas de contenido vacío y a su compañero botánico, mencionado en la apertura de este comentario, que lo único que hace es encender porro, cultivar hierba y volver a encender otro porro para, de ahí, pasar al otro extremo, una familia firme, estable, sensata y concisa, integrada en la sociedad y las costumbres diarias que, se supone, aportan al joven el atractivo de normalidad, estabilidad y confianza de que mañana no se habrán evaporado o volitalizado y, entre tanto peloteo familiar, tenemos su estancia como estudiante donde empieza a constituirse como el hombre adulto que quiere ser, donde empieza a marcar presencia y a hacerse notar tomando decisiones por si mismo.
Balanza juvenil que intenta encontrar un equilibrio entre sus progenitores y conformar su personalidad, el padre espontáneo que quiere cuidar de él, inalterable, constante, práctico, efectivo, ordenado y entero en el uso del juicio y la reflexión y, una madre presente que necesita ser cuidada más que su hijo, espiritual, kármica, estrambótica, alimentada de energía cósmica y en busca de la magia de la esencia de las estrellas y todo aquello que le proporciones huir de la facticidad y lo tangible, razón/alma-orden/caos-desmadre de locura/mente lógica de pasos coherentes, una muestra extrema de la realidad presente a la que se enfrentan los hijos, en su proceso de madurez y crecimiento, en una sociedad cuyo modelo parental está desecho, fracturado y es un desastre aunque, la verdad, el argumento no es gran cosa, sólo va dando tumbos de un lado a otro cual pelota de pinball creando exiguo interés por este adolescente solitario que se ve en la amargura, dificultad y galimatías de combinar dos antagónicos padres que no se pueden ver más un amigo no muy bien alienado, pero poco más.
Como relato ocurrente o comicidad palpable no llega, como drama o desventura escasea, como relato ligero, ágil y trivial que pasa tenue por la mirada y la recepción del espectador, da en el clavo. 
Ahora podría escribir la retahíla de que es válida para pasar el tiempo, guión suave y sencillo que sólo aspira a amenizar tu breve estancia de mínima atención otorgada, rato de ocio ameno sin complicaciones cognitivas ni implicación alguna y un entretenimiento superficial de levedad ideal para el rato presente y a otra cosa, que la mente muy alterada no esta ni necesita descanso después de la misma, todo ello cierto sólo que, valorando la osada e intrépida comedia que te venden como que no me vale ni lo acepto.
Siempre es el mismo clavo el que hace errar, el error de siempre donde tropezar, la inteligencia de un tráiler audaz y pícaro que vende fuegos artificiales donde sólo hay humo y ¡gracias!
Para mirar sin demasiado interés, recrearse en sus banalidades, si se puede, intentar una lectura del joven protagonista que apunta maneras que no se confirman y, ¡no hay más vuelta de hoja!



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