sábado, 13 de diciembre de 2014

The skeleton twins

"..., todos saben que al final, en este libro, el perro muere..., ¡me muero por ser el tío gay raro!"
Dos hermanos que se necesitan desesperadamente, como el aire para respirar pues son, el uno para el otro, la comprensión, el apoyo, la fuerza, la seguridad, la energía y el no desfallecer, el no-no-no al abandono tan apetecible cuya línea ambos rozan continuamente en una deseada salida de final definitivo que apague por siempre su dolor crónico.
Siempre existe la pregunta dudosa de si un suicidio es un acto de valentía o cobardía, si es permisible la voluntad de no luchar ni seguir intentando alcanzar una felicidad que se resiste o continuar contra viento y marea, cataclismos y tempestades para lograr esa aceptación de uno mismo, ese querer tus debilidades y errores, faltas que te definen y componen y valorar y explotar tus habilidades por muy ocultas que éstas estén.
En esta ocasión, Craig Johnson presenta un guión atractivo y suculento, de imperfección dramática decorada con tintes de comicidad, una equivocada noción desternillante en su presentación que se convierte en apreciada mirada serena y sobria de ironía atroz, sagacidad cruel, risa patética, humor negro desolador de inquietante sonrisa espontánea que se sustenta sobre dos gemelos que son reflejo de la difícil vida de ausencia emocional, carencia afectiva, maltrato anímico, con cobijo parental inexistente ni guía direccional digna que, tras diez años y en situación similar de desespero y éxtasis máxima de auto agresión, se encuentran en un necesitado destino que les auna para ser sustento, balance y equilibrio del otro pues, no pretende entrar ni profundizar en los detalles pormenores, no es su objetivo mostrar la miseria de un pasado severo, se centra en un presente destartalado de desajustes y anhelos que acechan sin miramiento.
Una excelente pareja la formada por una cada vez más deslumbrante, perfeccionista y apreciada actriz, Kristen Wiig, que tiene un don natural para reflejar esos sufridos personajes que mueren de pena y angustia en su devorado interior pero que siempre encuentran una vía de escape, hombro para la supervivencia y el conformismo con uno mismo y, un fantástico Bill Harder, de complemento escénico, que saca sus mejores dones interpretativos para conformar un estupendo dúo que atrapa, enamora, encandila y seduce sin tregua ni descanso.
Es inquisitiva en sus efectos diversos, dictatorial en su pesadumbre y alegría repartidas por igual, un inteligente y sabio reparto de sentimientos varios que se despliegan sobre un exquisito telar donde tienen cabida todo tipo de hilos y paños, un complemento vital de apego anímico ante la nulidad de uno para con su persona y el tentativo desapego efectivo que siempre ronda los alrededores y nubla y entorpece una cabeza que no encuentra su lugar acomodado, fiel y seguro dentro de ella.
No vas a reír a carcajadas, tu sonrisa será de escepticismo sagaz involuntario, no vas a llorar de desconsuelo, tu tristeza y lástima serán incertidumbre de losa no fija que se transporta con ligereza suprema, expone los más amargos pensamientos, inquietudes y vacíos existenciales del ser humano con arte y destreza, acierto y grato esmero, un complaciente y gustoso punto ideal de dorado por fuera-tierno por dentro que se degusta con encanto, dolor y satisfacción.
Un sobresaliente Luke Wilson redondea a esta adorable pareja, sustento-razón-motivo de todo el relato que sobreviven a pesar de las inclemencias suculentas, depresivas y dolientes que viven en continua agitación, una fustigada represión personal trasladable a todo quien les rodea para conquistar su propio salvaje oeste que invita a acompañarles con facilidad pasmosa e ingenuidad hermosa.
Olvídate de las grandes sentencias para publicitar su venta, de las frases grandilocuentes realizadas con intereses obvios, de esa super comedia dramática manifestada en la soledad de su cartel, en cambio, aprecia su halago sensible y afectivo, su desfachatez de correrías, su despropósito de correlación espacial, su prisa atropellada que va a ningún lugar, un arde Troya de no vivir ni descansar un segundo que lo destroza y aniquila todo para empezar su reconstrucción saneada desde cero, un desmadre sensorial fruto de su caótico estar y alterada personalidad que turba y desconsuela, agónica locura de supervivencia que martillea y ronda con su desquiciante pandereta de incesante y atronado golpeo, quemada sombra de flagelación derrotista que busca vida y amanece con despertar nuevo que, sin embargo, repite errores y no caduca en su constante asfixia, delicioso manjar de textura lenta y digestivo escozor que apetece y no revuelve.
La firma Sundance, por suerte, sigue siendo referente que no decepciona ni engaña ni falla.
Fabuloso en su acerba aflicción de resistencia e incomodidad emergente a cuentagotas.
Apunte: disfruta y goza con enorme desenfreno de ese fascinante momento de "Nothing gonna stop us now .....", soberbio, fugaz y placentero como el sólo logra conseguir. 



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