lunes, 15 de diciembre de 2014

La desaparición de Eleanor Rigby

Hoy en día se nos ofrece demasiada información, detalles sobrantes antes de ver una película donde, aturdidos por las campañas de venta y marketing, es prácticamente imposible acudir virgen e inocente al estreno de un filme, al deslumbrante despertar de la vida de sus personajes, estado ideal para descubrir intensamente, sin engaño ni coacción publicitaria previa, los verdaderos sentimientos que la aventura de sus protagonistas nos provocan y alientan.
En esta ocasión, por circunstancias imprevistas reunidas, se me ha dado esa oportunidad de visionar esta historia desde la ignorancia de su sinopsis, desde la ausencia emisora de su tráiler o desde la historia que se escondía en su peculiar nacimiento y, he de confesar que, a media hora para su final se confirmó lo que luego leí sobre ella pues no se si achacar su falta de profundidad, carisma y atrape al veto comercial impuesto respecto la original o a impericia del responsable de la misma ya que, por lo visto, en su inicial proyecto, Ned Benson, oferta un relato complementario de superación de una pareja ante un hecho abrupto y cruel desde el punto femenino de ella, una maravillosa, atractiva y de serena seducción Jessica Chastain y, el toque masculino de continuación con la dura existencia a cargo de un James McAvoy que sabe complementar a su pareja interpretativa con calidad y esmero sólo que, esa supongo divinidad de largometraje de tres horas, explícito y rico en ardientes sentimientos y ardua melancolía, se convierte en una inexplicable censura de 122 minutos que pierde toda su esencia, camino y razón de ser.
Este drama de superación personal y enganche a la vida aburre, asfixia hasta dejarte sin apego de su por qué y con la mínima persuasión sugerente sobre su opción de escape y salida, apenas transmite nada aparte de una pesadez y lentitud estática abrumadora, una supuesta falta de información que debe seducir y encandilar pero que anula y supone barrera de distancia cada vez más lejana y apetecible hacia la dejadez e indiferencia, que no conecta más allá de la sólida fotografía y la calidez de sus ritmos y movimientos -algunos de ellos montaje cliché clásico de poca originalidad- donde saboreas la esencia, ves las intenciones, capturas el mensaje, entiendes la idea pero no vives, sientes ni sufres las emociones, un fallido neceser que intenta juntarlo todo en un reducido espacio para concluir que fue errónea idea ese corte alternativo de condenada tijera que desfiguró lo que fuera tenía en mente inicialmente este director para concluir, con una versión más corta, no sólo en duración temporal sino también en virtud contemplativa, deseo cognoscible y ansiedad de profunda reflexión pues, amén de encuadres preparados de lucimiento estético pero contenido anímico vacío, hay poco sobre lo que racionalizar, pensar o compartir en bella e interesante dialéctica.
Un pausado caminar donde los diálogos no acompañan con sabia maestría, donde las escenas pretenden insinuar un encanto del que adolecen, una pausada mirada que con el paso de su impenetrable efecto artístico, nulo apego interpretativo y carencia escénica que cautive y emocione se convierte en tranquilidad ausente de interés y atención nimia que se va anulando ella sola sobre su misma ola infortunada hasta un simple acabar lo empezado para ver si mejora y donde, esta desaparición de Eleanor arrasta también a su marido, al espectador y a un indeseado observar sin apetencia anímica ni enganche emocional que remonte que es lo peor a expresar sobre un argumento dramático de grandes pérdidas, enorme sufrimiento y búsqueda incesante sobre la forma de superar lo insuperable y continuar cuando todo se para.
Este fruto apenas tiene jugo ni beneficio donde aparcar esta genialidad desdoblada de dos puntos de vista sobre un mismo hecho de apentencia e ilusión en su teoría escrita que se revuelve contra su propio creador y artífice en una triste, apagada y neutra práctica que no colma las expectativas ni esperanzas del público asistente.
Decepción no esperada y desilusión implacable ante la velada de intenso buen cine que se insinuaba previa a su visión.



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