Y ¿sabes cuando te venden la moto, te aturden a bombo y platillo, te anuncian las alabanzas y virtudes de un producto, la diversión y juerga de un filme y, luego na-de-na?
Pues, en esta ocasión, no exageraron ni alardearon un ápice pues es un despropósito hiperrealista de comedia irónica, sagaz, majadera, chiflada, loca, desternillante por momentos, esperpéntica por otros, desmadre grotesco de burla locuaz y estupidez andante que explosiona, sin contemplación ni miras, dejando víctimas y heridos de sonrisa, incredulidad, asombro, rechazo, agravio y perplejidad por igual, gracias a un burdo -pero inteligente- guión que se mofa hasta de si mismo, con un soberbio, deslumbrante y exquisito James Franco que, con eficacia pasmosa y suculenta mordacidad, consigue la delicia atroz, sugerente y gloriosa de su fantástica interpretación en cada paso que da, vocablo que pronuncia y escena que protagoniza con su desbordante gesticulación, bobería andante y ridiculez presencial sin parangón ni freno y, el accidente genial de unir la fanfarria del espectáculo exclamativo con el talento, la osadía y el descaro.
Poco que analizar en esta mofa de desvarío y galimatías creado pues, sólo cabe sentarse y prepararse para su desgustación y disfrute pueril, ameno, corrosivo y cachondo, necio y lelo de ataque masivo e inocencia punzante que dice mordaces disparates por doquier, a través de un presentador bufón y tarugo y su co-piloto comandante como ya tuviera el Rey Arturo, en su corte, para divertirse y ridiculizar a sus comensales amigos en público/enemigos en facebook donde, no se bloquea su cuenta por apariencias hipócritas de relaciones externas.
Surrealismo acelerado de confusión y paranoia de un argumento con 40 minutos de ascenso en su locura sana, de invención demente y práctica demoledora en su estrambótica representación para, pasar a linea más moderada y calmada por un tiempo pues tras dicha transitoriedad vuelve a arrancar, aunque con menos garba/más desorden/menos insolencia/más comedido pero con la misma estridente música de acompañamiento, y así volver a coger velocidad y desmarcarse en un caos atómico de barbarie tras fantasmada, desconcierto tras atropello, infamia tras memez y atronante traca final de fuegos fogosos de un James Bond y su socio dirigidos por un Alex de la Iglesia que insufla la salida del genio de la lámpara para conceder el deseo del entretenimiento, la risa, el desahogo, la parranda, el descanso, el sosiego y el ocio sin mayor preocupación ni intromisión.
Ingeniosa creación de imaginación y agudeza que consigue la payasada pretendida, dispone tu ánimo hacia la desventura y el recreo de ajetreo incesante y tertulia descarada, traviesa, vivaz, fresca, alegre, simpática, puro montaje gamberro y dicharachero que no pretende nada ni va a destino alguno, sólo fiesta genial y destartalada que no pone límites a su mental enajenación ni vivencia demencial.
Esta borrachera dialectal de garrafón mediocre y baja calidad, con resaca nula pues se olvida tan pronto termina, puede ofender a unos, resultar chabacana a otros, decepcionar a terceros, molestar a un tanto por ciento, entretener sin compromiso a muchos, cachondeo grato para varios..., sentimientos dispares para una historia que ya triunfó gracias a su propaganda capitalista contra amenaza comunista y, donde la mayor perla es "¿sabes que es más peligroso que una bomba nuclear?, las palabras" aunque, la mayoría se mueve por "nuestro líder no hace pipí ni popó, no tiene agujero en el trasero".
Está claro que es para público específico o generalista que anula las expectativas y se deja llevar por la tontería e idiotez de pasatiempo vulgar, vacío, insultante, amorfo, sin sentido, finalidad ni pretensión. El truco es intentar pasarlo bien sin pensar, ¡puedes pasar un buen rato si funciona!
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