sábado, 14 de febrero de 2015

Un amor en tiempos de selfies



"Bienaventurados los tímidos porque ellos serán comediantes".
Ofrece platos diversos, de elaboración distinta, para acabar picoteando un poco de todo, no comiendo de ninguno ni saboreando con placer nada de lo cocinado.
Él, actor de monólogos, héroe que resiste a la tentación de la tentación económica, que vive la devoción y empeño por su arte con veneración dramática de quien sobrevive a pesar de las circunstancias y de la contracorriente de la marea, vocación artística que se sustenta sobre la lealtad a su espíritu, un estilo de vida arduo y costoso pero exquisito por exclusivo, da igual ésta le compense con beneficio y fortuna o no; ella, prosperidad moderna, ráfaga de alegría, luz y belleza de quien llega para ofrecer amor que le salve de su escogida mediocridad, de su libertad errónea/escondite de infelicidad tan bien elaborado, un despertar al amanecer de las nuevas tecnologías para incorporarse a un ritmo de vida que ofrece frutos y recompensa a quien se alía con él a cambio de dejar sus pasos y metodología de pensamiento; transformación sufrida por la llegada de esa pareja efervescente, contraria a todo lo diseñado y reseñado por nuestro abandonado inquilino, huracán que le convierte en un pelele andante a la entrada de un paraíso que se transforma en tortura viviente imposible de soportar; estallido emocional a través de la red por consejo de, los aún no abandonados amigos, que siguen al pie del cañón a pesar del rechazo de un miembro de la compañía que perdió el rumbo por una falda con dos tetas; grupo de teatro de añoranza y resistencia de quienes representan el compromiso de vida por sus ideales creativos convencidos; búsqueda desesperada y ansiosa por recuperar ese amor inmenso sin el que ya no puedes estar, indígena perdido y devastado sin su media naranja que recorre sonámbulo las calles y lugares donde volver a reencontrarse con su Julieta pues, este nuevo Romeo, nacido y reconstruido, vive y respira por y para ella; todo un galimatías combinado que abarca mucho pero define poco.
Por un lado El Sótano Club, teatro independiente de coraje de unos supermanes más la sobria y serena figura de él, parte atractiva de loable performance y visión seductora que se mueve entre el drama profundo y la comedia fugaz, bálsamo de alivio y resistencia para, a continuación, empezar a jugar con la tontería, ñoñez y nimiedad de pretendida opción por la ironía romántica que no se capta con la fuerza debida, un logo "quien te quiere te cambiará para mejor" frente a "la mujer que te ama no te cambiará" que se exhibe con una música estridente y acompasada hasta la desfachatez para ir perdiendo sus habilidad y, de paso, la atención del espectador en un teatrillo de mordacidad cómica y desventura patética que no cuaja como es debido.
Deja claro el proceso cambiante degenerativo de la pérdida de quien fue infeliz dichoso apartado del barco de la felicidad a soñador optimista/enamorado asfixiado y triunfador que encabeza el navío del éxito profesional y la bonanza, adaptación a los tiempos de la publicidad, venta y maquineo de todo lo que se pueda pero, donde dicha observación no llega más lejos, su fervor y potencia se desvanecen nada más surgir pues su presunta diversión y burla se vuelve ausencia y lejanía por desinterés involuntario, profesor diestro y hábil que acaba siendo víctima verdugo de sus consejos, padecimiento irrisorio que otorga la dicha bendita con un selfies de título pero, desaparecido -nunca hallado- de las escenas y el presunto abuso de las redes sociales para exponer una privacidad convertida en sal de cotilleos y bailoteo de cachondeo que no causa la distracción esperada ni pretendida.
Un merecido sí a la nota concedida que no llega al aprobado pues, como drama, asoma la cabeza pero no la cuadra, como comedia, dispone la salida pero no llega a alcanzar la meta y, como perspicacia burlesca de la vida de amor, familia y celebridad soñada es una carrera sin propósito de beneficio ni ganancias suculentas que puedan valer la molestia de su desgustación.
Batiburrillo que empieza con honestidad, pierde su norte y se transforma en alegoría triste y patética de elucubrado cuento del país de nunca jamás hecho realidad pero, cuya mofa y ridiculez presentada no da para principio de sátira o papila gustativa de gracia contundente; pretensión que se capta, observa y entiende en su teoría retórica pero de escaso y leve espíritu práctico más allá de la meritoria y genial interpretación de Martín Bossi.
Emilio Tamer tuvo una buena idea, el patito feo, apreciado y querido por un minoritario grupo selecto que se convierte en bello cisne de triunfo y fortuna con el abrazo de bienvenida a su aceptada comunidad a cambio de perder su esencia, carisma, identidad y carácter que le defenían sólo que, se hizo un lío consigo mismo y con sus ocurrencias no muy bien avenidas ni conseguidas, avispada pantomina de buenas cartas para una mano apetitosa, barruntadas con escasa pericia y soltura resultando una jugada poco agraciada apenas provechosa, una actuación y presentación de caída en lo propiamente criticado/por todas evitado, ya visto en "El crítico" de Hernán Guerschuny, que no logra conseguir el respeto y aplauso del público.



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