jueves, 25 de agosto de 2016

Ahora me ves 2

Un año después de despistar al FBI y conseguir la admiración del público con sus espectáculos mentales, los cuatro jinetes vuelven a la luz pública, pero un nuevo enemigo se propone arruinar su golpe más espectacular y peligroso hasta la fecha... Secuela de "Now You See Me" de 2013.


Y el sabor de su magia sabe a ¡rancio caducado!

“Cuando crees que me ves, cruzo la pared, hago ¡chas! y aparezco a tu lado, quieres ir tras de mi, pobrecito de ti, no me puedes atrapar” y la pregunta a responder, sino se quiere ser pobrecito público que mira aburrido, es si esta segunda parte atrapará a la audiencia con la fresca lozanía, con la diversión entretenida, con el enigma ingenioso que logró la primera, contando con la ausencia de sorpresa en su ya manifiesta novedad previa; lo que supone el esfuerzo imaginativo de un guión que cubra dicha desventaja, con motivo suculento e interesante que mantenga la atención y el secreto de lo desconocido, y no una simple comercial cinta que, con cumplir en taquilla y con los requisitos menores, valga.
El grupo sigue en forma, están todos -bueno, falta una sustituida-, las ganas siguen, el espíritu en principio se mantiene intacto, cómo avancen en su espectáculo visual, personal y entre bambalinas -donde se cuece el verdadero atractivo enredo- es misterio apetecible, que lleva a elegirla.
Porque es pasatiempo ligero, de grandes artificios malabares para impresionar y engatusar a la audiencia, pero también vende ese trasfondo de thriller y acción en su trama que debe estar a la altura, amén de esa inevitable comparación que juzgará lo visto; aquella gusto, de ésta no se espera menos, pero se parte de exigencia mayor por haber recorrido ya camino.
La ventaja, de la que erróneamente abusan, es que hablamos de magia, por tanto cualquier cosa vale, pueden sacarse de la chistera lo que quieran y quedarse tan anchos y, de hecho, lo hacen; con ese astuto y listillo “siempre mantengo algo bajo la manga”, dan las enmarañadas volteretas que les
apetece según escaso ingenio, entran, saltan, salen, se esconden, cogen y escapan, cualquier opción hecha posible, sólo se elige la que convenga y te dan la explicación que les viene en gana.
Pues, parece que ese es su proceder, tras un motor de arranque recordatorio para situar a cada cual en su sitio, primero seleccionar el truco/después inventar la descripción encajada que les plazca, por el camino hacerse los simpáticos y graciosos, un poco de cháchara distraída, un poco de emocional conflicto y a resolver el puzzle según se concuerde y ansíe; hay un nuevo, hay que hacerle hueco, a los veteranos los removemos para llegar a sentimental acuerdo, mucho estruendo, espectáculo de masas y colores vivos, rapideza de escenas que no permitan pensar a la concurrencia, en el vacío nutritivo de su truco ilusionista -y, aún así, se percibe conforme rueda- y esa venganza, de ojo por ojo, con doble sentido en su contenido.
Porque ¡esa es otra!, con la ambivalencia de lo dicho, visto y creído, te llevan de aventura a su parque de atracciones, con la facilidad pasmosa de nada inteligente ni perspicaz que aportar, únicamente aturdir con la loca montaña rusa, con golpes de choque, con el vagón fantasma y el saltamontes que va y viene de país, ciudad o distrito callejero, según ellos soliciten, a capricho nulo de diversión y entretenimiento.
¿Y debe complacer?, ¿que te distraigan, con llamativos fuegos artificiales y locución exigua como comodín de alternancia, es suficiente para satisfacer al ávido vidente?
“A los magos les gusta controlar las percepciones del público” y puede que por ello, marean la perdiz, para
que pase desapercibido una trama pobre y sensiblera, floja y destartalada, desfallecida de alimento válido, que juega a ser villano o héroe según trucada carta, que remueve a todos los participantes y espera que el dado reparta suerte.
Resultona, pero exageradamente artificial y numerera, danzarina, pero con escasez de gracia, sabiduría y estilo en la creación de la partitura y la solvencia atractiva de su performance; se les ves, se les escucha pero, no se les cree ni soporta, pues cuentan con tantas trampas de carta de escape y reconducción que, llegado el momento, que cuenten lo que quieran y acaben con su altivo trampolín, de funambulismo alterno.
¡Y como juegan a hipnotizar, cual truco barato adquirido en el bazar de los chinos de la esquina! Es verdad que ellos viajan a Macao pero ¡si eso diera algo de credibilidad a todo lo referido!
“..., pero lo que tú, tú no sabías, es que los sueños no se pueden dominar”, pero si inventar, superponer, caricaturizar y resolver a petición emotiva de deuda
pendiente; acrobacias de descaro sin personalidad propia, únicamente un llamar la atención para obtener el aplauso fácil de quien no exige ni presta mirada indagadora, a lo mínimo que rebusques comprobarás que no hay mucho excepto porte y glamour en la etiqueta, su interior es superficial, de ganga barata.
Los cuatro jinetes, su encubierto enlace, el malo encarcelado, el otro malvado libre, uno nuevo muy locuaz y fanático, un pelele a quien robar, la poli siempre llegando tarde, recuerdos dolorosos, removemos la baraja ¿y?..., gana su revuelta confusión, con más solidez y calado de lo que pretendían pues, puestos a elaborar faroles escapatorios, ¡bienvenidos todos los ofertados!, ¡caben más si se lo curran!
Y, para el obsesivo Ojo, de identidad secreta, ¡por qué no Harry Potter!, va más con el fabricado
disparate, que la oferta familiar y entrañable que se pretende.
“Ahora me ves 2”, te veo, ahora ¿que valga la pena hacerlo?, no tomes el pelo con ese número par, que debería haberse quedado en exclusivo número primo.
Y, el inmaculado lanzamiento de cartas al vuelo, ¡y te pillo sin que toque el suelo!, ¡mi perro hace lo mismo con su frisbee!

Lo mejor; la vista se llena de trapecistas actuaciones.
Lo peor; no haber dejado las cosas como estaban.
Nota 5,3



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