domingo, 21 de agosto de 2016

Shelter

Hannah y Tahir se enamoran mientras sobreviven como unos sin techo en las calles de Nueva York. La película explora como llegaron a esa situación y mientras más sabemos de su pasado, más nos damos cuenta de que se necesitan para poder construirse un futuro.


Una buena acción, para hallar el camino de la redención.

Enmudece lo narrado, atormenta lo recorrido, conmociona las interpretaciones de ambos, un doloroso conjunto para un drama incisivo, humano y desgarrador de dos personas con un pasado tormentoso, que se encuentran para sobrevivir y ayudarse mutuamente.
Sin saber en quién confiar, la adicción y dureza de la calle ayudan a mitigar la pena del alma, ese castigo merecido por el cual uno se abandona y lesiona, en un intento por anular el recuerdo de lo hecho y vivido.
“Solía ser una persona” y nos cruzamos con ellos a diario, pidiendo en las plazas, durmiendo en los cajeros, rebuscando en la basura..., con tristes y agónicas historias como equipaje, con ese anonimato de nombre que les convierte en invisibles, para así poder mirar a otro lado.
Pero Paul Bettany escoge no hacerlo, decide narrar las vicisitudes, amarguras y experiencias de dos seres que se unen en apoyo y confianza compartida, que son el pilar sólido del otro cuando la debilidad acecha y que subsisten a las gélidas calles neoyorquinas, mucho mejor que a tratar con la congelada mirada y despreciable aptitud de los transeúntes que las recorren.
Para ello cuenta con una fantástica e hipnótica Jennifer Connelly y un firme Anthony Mackie, ambos espléndidos y veraces en sus interpretaciones, magistrales catalizadores de esas emociones que cautivan a la audiencia en su angustia y dificultades, y cuyo atrape permite absorber, con devota
sensibilidad y tirante curiosidad, todo el exhibido arte que ambos manejan.
Un guión emotivo, para personajes frágiles que caminan por la cuerda floja de una incesante y tentadora recaída, que han perdido el cómo vivir en el mundo, que han extraviado el respeto por si mismos; enorme humanidad, rodeada de continuo desprecio y de burocracia estúpida, para una tierna y absorbente pareja que crea su propio refugio.
Poco a poco, sin soltarte y con afligido interrogante, te guía por el contenido de una novela sensible, dura y melancólica que nada contra corriente, a pesar de todo el esfuerzo y buena voluntad que ponen.
“Nunca juzgues un libro por su cubierta”, y es por ello que el relato se adentra suave, imperturbable y de forma resistente en mostrar las vidas de dos sin hogar, que se refuerzan con el valor, martirio y carisma de lo revelado y entregado; emociones a flor de piel, cuya intensidad va por tramos, para interpretaciones serenas y profundas, que son la clave de tu absorción y enamoramiento de la cinta.
Dos partes, en la primera sostiene él a la pareja, en la segunda será su recuperada mujer quien vele por
su amado compañero porque, para lo bueno y lo malo, en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte les separe, marido y mujer son, con o sin anillo.
Evolucionas al tiempo que lo hacen ellos, sufres de ambivalencia por ese inesperado corte, salto y continuo; dueto superviviente a la calle, con tragedia anímica sobre sus hombros y propósito de enmienda gracias a la unidad que forman; el gran acierto de Bettany es la elección decisiva y acertada de los actores, la historia sensibiliza y encariña aunque, también es cierto que hubiera valido cualquier tragedia escogida en manos de esta acoplada pareja, que logra empatices, te involucres y te dejes abrazar y arrastrar por su drama.
El lapsus para establecer cambio de papeles turbia y exige adaptación a la nueva ruta, la cual, una vez en marcha, cuenta con el mismo motor y gasolina que su previa; redención para unos seres que nunca dejaron de serlo, aunque las atrocidades y
arrepentimientos, vergüenza y culpa les hiciera olvidarlo.
“Para la pareja que vivió fuera de mi edificio”, y que sirvió de inspiración para idear una historia, la cual podría haber sido la de sus vidas; de la cruda realidad al rodaje para la gran pantalla, a través de la imaginación de un actor metido a escritor y director, que encara con buena actitud este novel registro.

Lo mejor; su dúo protagonista.
Lo peor; el desestabilizador corte, para cambio de designio.
Nota 6,3



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