jueves, 18 de agosto de 2016

El caso Fischer

"Pawn Sacrifice" (El sacrificio del peón) narra la historia de la preparación y del legendario enfrentamiento por el campeonato del mundo entre Bobby Fischer, campeón de ajedrez norteamericano, y el campeón soviético Boris Spassky. El duelo, que tuvo lugar en 1972, en plena Guerra Fría, fue mucho más que un conjunto de partidas para conquistar un campeonato; prueba de ello es que captó la atención televisada de todo el mundo.


Magistral y lúcido en el juego/tormentoso y ofuscado en el resto.

Para alguien que no sabe nada de ajedrez, de estos jugadores o del resultado de su enfrentamiento, ha sido una experiencia curiosa, divertida y loca conocerlos, pues parece todo un confirmado cliché que, para ser un genio único y excepcional en una materia, debas poseer cierto porcentaje de locura, cierto grado de paranoia y un toque personal, extravagante y lunático, que confirmen se está ante un individuo insólito y extraordinario, todo un portento de visionada inteligencia para el juego, que a la vez es auto destructivo y desequilibrado en su personal existencia, como seguro sello de su grandiosidad, arrogancia e inteligencia superior al resto.
“La tercera guerra mundial sobre un tablero de ajedrez”, en el pasado rusos y norteamericanos compitieron por la luna, en otras el deporte también ha sido motivo de enfrentamiento patriótico, ahora toca bajar a la gravedad de una tierra cuyos dos protagonistas frotan sobre la inestabilidad de sus cabezas, esas prodigiosas mentes que les abren camino en los momentos cruciales y les abandonan en los sencillos y asequibles de la vida rutinaria.
Concentrarse en un punto hace que desaparezcan los acechantes fantasmas que se mueven alrededor con perturbada insistencia; un juego, en apariencia sencillo, que esconde una inagotable madriguera de opciones y posibilidades, donde conviene la calma y paciencia, pero quebrarse siempre está tentando el
hilo de una rotura, que explota cuando menos lo esperas, hacia lado insospechado.
Mucho más que una victoria o derrota, mucho más que una partida entre dos rivales finalistas; es sorprendente e interesante conocer a Bobby Fischer, estar pendiente de su excéntrico paso siguiente, una historia real que narra los acuciantes y destartalados previos hasta llegar a esa sexta partida del Campeonato Mundial, minutos grabados y memorizados en la memoria de fanáticos de este señorial juego, como la mejor partida de todos los tiempos, inesperada apertura para enrevesado cuerpo, donde la turbación y desasosiego de su contrincante fue la tónica media.
Cuando se nace con un don perturbador y agraciado/habilidad angelical y endemoniada, que marca la personalidad irracional de una mente que se mueve según su propia lógica; revolucionaria música, entrañable y pegadiza, representante de una época revulsiva y atrevida donde nada permanecía estable, para un diferente biopic que desgrana las entrañas, agudas y corrosivas, de un deporte mental de
estratagemas, cálculos y riesgo de elegir una senda y ver dónde lleva el camino.
Ilustra, entretiene y recuerda, deja constancia para que, por todos se sepa, el devenir esquizofrénico de un brillante del ajedrez con problemas de socialización y estima en la vulgar vida; un incisivo y meritorio trabajo de Tobey Maguire, quien participa también de la producción de un relato esquivo y disonante, extremista y centrado, por tiempos alternos, que gusta y ameniza con fisgoneo válido.
Concisión y albedrío en los hechos se combinan, más una perspicaz interpretación que te seduce y envuelve en su razón refrita; sin comparativa veraz con la realidad vivida, que desconozco, lo elaborado es atractivo y ocurrente, funciona con espléndido
reclamo ante tan divergente y altruista anzuelo.
Graciosa y plácida, apuesta por la irreverencia, arrogancia y maestría de Fischer, un sabio con una meta que se perdió tras llegar a ella donde, no sólo sacrifica a su peón, sacrifica su vida entera.
Bobby Fischer era puro ajedrez, cuando jugaba todo era fácil y accesible, pensar, deducir y arriesgar, pero desaparecía cuando se retiraban las fichas y el tablero se guardaba pues, su punto fijo y estable se multiplicaba en infinitas conexiones descontroladas, de imposible cálculo.
“Odia las tablas”, o como el pide o nada; para ser campeón se ha preparado desde niño, el resto no importa.

Lo mejor; Tobey Maguire y el viaje a la cabeza de Fischer.
Lo peor; las libertades que se toma respecto la veracidad formal de los hechos.
Nota 6,3


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