domingo, 23 de agosto de 2015

200 cartas

Un artista nuyorican escribe 200 cartas para poder encontrar a la mujer de sus sueños en la isla de Puerto Rico. 


Un placer inesperado, destreza de simpatía cuya huella deleita con ligereza pero rotundidad manifiesta.
Eliges una película sin esperar mucho de ella, simpleza pasable de ver sin pensar para pasar el rato, dispuesta a ser benevolente en tu juicio si la oferta es aún más baja de lo concebido y ¡sorpresa!, encuentras un pequeño encanto de cinta, discreta joya dinámica y sonora, con chispa y donaire, afable muestra de un tibio humor y salero para la plasmación de su torpe aventura y, aunque su destino es evidente y claro, anticipación perceptible con garantía de entrar en meta sin equivocación posible, exhibe su atolondrado viaje a la búsqueda desesperada y absurda del amor con frescura, diversión y amena cordialidad, atracción que gusta, entretiene y pone una sonrisa, de apuesta segura, en tu contento y agradecido rostro. 
Porque "la verdad, es que tú hablas el español ¡bien matao!", y en esas se balancea, jugando con ingenio y audacia con la fascinación de un rico y prolífero idioma que se mueve por regiones diferentes, bailando con trascendencia magnífica entre el español mexicano, el español puertorriqueño y el inglés de un gringo importado, nublado y perdido, porque "¿dónde está la chica?/where is she?" es la gran incógnita y obsesión de Raúl, el hombre, y Iron, el héro del cómic, perdón, ¡novela gráfica! -¡no se cometa ese error de nomenclatura!-, combinada con maestría y entendimiento con esa realidad furtiva que le va a la par y que, a cada fotograma, decisión y paso, se hace más sólida, veraz y desgustativa, acompañada de una jovial banda sonora de la tierra donde, sencillamente, Bruno Irizarry consigue un estimado conjunto, armónico y vivaz, colorido, ágil y supremo, dentro de su moderado alcance, para exponer y resolver su romance, de base añeja-nada nuevo, con estima, talento y tenacidad apreciada por su querido público a la vista.
Deseoso romanticismo que no empalaga, ni pesa, ni harta, un postre delicioso de atropello e incidentes imprevistos por parte de dos buenos amigos, que hallan compañía grata de camino, en busca de Irauna, la mujer enigma, de la que apenas se sabe nada excepto que ha vuelto loco y del revés a nuestro adalid, en parada muerta por falta de ideas, que se lanza, sin paracaídas y con manifiesto miedo a las alturas, desde la montaña más alta para lograr llegar al bus que se la lleva y, así, poder expresarle su inmenso amor por ella.
Pero, como siempre, las cosas no son lo que parecen, e indangando por Maria, puedes hallar a quien no lo es pero es todo lo que querías y necesitas, pues si cierto es que no hay camino sino que se hace camino al andar, también lo es que puedes perseguir una cosa pero la vida te da la oportunidad de prender esa otra que realmente te llena y hace feliz, porque la fantasía de un instante, enaltecida en sueño a volver realidad -dream come true- te lleva, súbita y fortuitamente, a ese realidad que nunca soñastes pero puedes atrapar y saborear, tanto como el espectador que se divierte con gusto no forzado de los malabarismos, discretos pero plenos en su eficacia, de este cuarteto vagabundeando por las calles de Puerto Rico.
Producción de esa linda tierra que vende con devoción y sutileza la hermosura de sus paisajes, el don de sus gentes y las bellas costumbres que allí se desenvuelven con el arte de narrar, al tiempo, las correrías de un Romeo neoyorquino que halla, por fin, a Julieta, para descubrir que ésta ya tomó su propia ruta y que, Yolanda, puede que le vaya más a la zaga, abrir por fin los ojos de esa bonita pero irreal ensoñación para ver, apreciar y amar a quien se tiene al lado.
200 cartas, 16 remitentes contestan, más una olvidadiza que se retrasa, que logrará complementar la lotería de amar y ser amado, ilusión pegadiza que se siente con facilidad, alegría y complaciencia, gozo de sencillez cuya ingenuidad deja de lado el recurso barato de las tonterías y sandeces y apuesta por la humildad de ser un disparate banal pero, sin esa recurrente necedad irrespirable.
Enajenación mental de un tierno demente enamorado del amor, con desvaríos temporales de confusión entre la ficción y el presente, que coge energía y fuerza para transgredir sus miedos y dejarse llevar por un tiempo "chevere" donde tener improvisadas experiencias y pasarlo genial; ¿habrá beso final de la chica?, ¡quién sabe!, pues si ya no puede con el idioma y la costumbrista forma de proceder, ¡como para averiguar dónde está ella!, si es que descubre a quién realmente desea localizar.
Bonita, linda, sin azúcar extra añadido, lozana, jovial, de choque sin lamento, y aunque modesta sin salirse de la corrección de lo previsto en recorrido y desenlace, tiene la gracia de una velada positiva, relajada y estupenda que se aprecia por el clima creado, el ambiente ofrecido y esa esencia aromática a risa cómica que no se prende, pero tampoco se congela, tiempo de recreo válido y suficiente; ¿mejorable?, sin duda, pero deja un grato y cálido recuerdo de su paso por ella.
Regocijo recatado, de aspirado fruto y sentido karma, y ¿acaso no es eso lo que cuenta?



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