martes, 18 de agosto de 2015

Una segunda oportunidad

Los amigos Andreas y Simon son dos policías que viven de forma muy diferente. Andreas es feliz con su mujer y su hijo; Simon acaba de divorciarse y se emborracha regularmente. Todo cambiará cuando intervienen en la pelea de una joven pareja de yonquis y descubren a un bebé en un armario. 


Jugar a ser Dios tiene un coste difícill de soportar donde no siempre se cumple a-lo-hecho-pecho pues, en ocasiones, el delicado corazón no puede con los repentinos actos de una razón inconsciente.
Si al final de la película tienes una implicada opinión sobre la resolución de la misma, si tu mente se halla colapsada por el pensamiento, que juzga y debate los hechos, es que ésta te ha atrapado, seducido, que ha funcionado en su labor de hacerte decidir, en contra o a favor, de las posturas expuestas ya que no has podido mantenerte inerte y ecuánime al margen de lo exhibido.
Emoción aportada a cuentagotas, nerviosismo que le sigue al compás según su lenta evolución donde, a partir de un suceso fortuito y la espontánea decisión que le acompaña, se desarrollan todos los precipitados acontecimientos, que no tienen tanto que ver con la trama policial como con la postura moral y ética que de ello se deriva; el bien y el mal, línea divisoria que se desplaza según conveniencia, lidiar con el cargo de conciencia, la desesperación y angustia, todo en un mismo lote de alegría y asfixia, culpa y corrección, lealtad y justicia, esa dictatorial sentencia por la que dibujamos el panorama en blanco y negro dejando claro quién es el malhechor/quién el digno.
Sólo que el mundo se colorea en diversos y confusos tonos grises que ponen a prueba esa seguridad de actuación que, inmediatamente se vuelve neblina de 
duda e inquietud; lenta en su ritmo, la tortura y el drama van haciendo camino, al seguro acecho de quien se está volviendo loco a pesar de la enorme voluntad y esfuerzo que pone en encajar las piezas y pedir silenciosa clemencia.
Porque a gritos mudos, en callado tormento duele y sensibiliza, haces tuya su historia a pesar de no ser la más intensa ni apasionada de este género, la desaparición de un niño, su investigación y cuestiones que hacen indagar en qué serías capaz de hacer si se tercia y, dado el momento, hay que actuar, cordura que se debilita por una súbita demencia que abre las puertas a un nuevo mundo, segunda oportunidad a merecer, querer y aprovechar.
Argumento que parte de la plasmación de contrastes sociales y familiares para proceder a la mezcolanza y alternancia de roles, papel directorio que parece gustar, en particular, a Susanne Bier pues es típico de su repertorio filmográfico -no siendo esta cinta su mejor ejemplo-, planos cortos para la tensión e incertidumbre, miradas penetrantes y agudas para el dañino sentimiento y la compasión de una ternura que le va unida a la zaga; evolución apropiada, que no vigorosa, que ofrece lo suciente para prestarle tu atención, sin lamento pero consciente de su escasez para llegar a registros de mayor potencial, salvedad que no impide disfrutar de ella y de la interpretación de Nikolaj Coster-Waldau, que lleva al límite de lo que es capaz y se le permite a su discordante personaje.
Principio comedido, medio tirante y final demasiado educado/poco arriesgado dado todo lo puesto en juego, algún inesperado giro que aporta desorden emotivo y una estructura acomodada para narrar sin causar grandes estragos aunque, lo suficiente para salir de la cita satisfecho y comprometido con lo visto.
El martirio de un bebe que llora, la pena del que ya no lo hará nunca más, intercambio de cromos y haber quién puede con qué, osadía vuelta vergüenza, horror transformado en desesperación, ocasión última para tener la deseada vida aunque, no obstante, puede que no puedas cargar con ella pues la felicidad es ardua pesada, nocivo suplicio cuando se construye sobre las lágrimas de un maltratado inocente sin culpa ni esperanza de nada; por el bien de él, por el mal merecido, por la resolutoria justicia que se aplica en persona, sin piedad ni perdón, por la necesidad de recuperar lo injustamente perdido al precio que sea.
Grata de ver, compromete y conmueve, sin fervoroso ahínco pero con efectividad cierta; válida para usual velada de encuentro tenue y competente.
No la hieras con los agravantes; en su lugar, confirma y apoya los atenuantes.



No hay comentarios: