viernes, 14 de agosto de 2015

The right kind of wrong

Leo, un lavaplatos, se enamora de una novia durante el día de su boda; una boda llevada a cabo, claro, con otro hombre.


"En el amor siempre hay algo de locura, más en la locura siempre hay algo de razón".
Una bonita locura que, sin pies ni cabeza, con tropiezos y desmadres, va tomando forma, sentido y dirección correcta, un espontáneo impulso que te lleva a nadar contra corriente, a darte de bruces sin remedio, de múltiples golpes sin respuesta, de aguantar y continuar, soportar y avanzar con la única seguridad de tus instintos y reflejos, de esa intuitiva voz interna, conocida y terca, de gran olfato y enormes fracasos, que te levanta del mugriento sillón, de tu mísera decepción para darte ilusión de nuevo, esperanza de que lo malo se acaba y de que tienes la oportunidad, la valentía y fuerza para pelear, recuperar y volver a conquistar, retornar a ser esa persona optimista, insistente, voluntariosa y determinante, siempre al acecho, a quien las críticas u opiniones externas no preocupan ni afectan, soñador malabarista que recobra su magia, chispa y encanto, esa energía pegadiza, de simpático testarudo y gentil cabezota, que nunca abandona a pesar de las dificultades y que cree fervientemente que los imposibles, en realidad pueden convertirse con tesón, fuerza de voluntad, constancia y fe pues, lo único con lo que cuenta este seductor lunático enamorado es el hechizo de su empeño, la firmeza de su objetivo y la desastrosa tenacidad por la que opta para llegar a meta, estropicio de recorrido que partiendo del absurdo más ilógico e irreverente adquiere sentido, consistencia, solidez y embrujo, tanto como para ganarse tu apoyo, aplauso y reconocimiento a la 
labor realizada pues no lo tenía fácil el guionista con este descalabrado e imprudente argumento, para llenar las hojas en blanco con ideas, palabras y sentencias que dieran estructura estable a un inconveniente disparate; no era sencillo, era tarea ardua ya que, Jeremiah Chechik, no lo pone asequible con esta rocambolesca historia del revés que esconde y descubre, poco a poco, guardando los tiempos y asegurando las distancias, una diestra y sólida presencia que maravilla, atrapa y enamora.
Y, con todo, el guión se supera y pasa la prueba con alta nota ya que, sin duda alguna, la gran baza de este tuerto relato, que se endereza con sorpresa y entusiasmo, es la sabia trayectoria por la que hace atravesar a este demente Romeo, aunque tan cabal que retiene para jamás soltar, por su ruta en pendiente destartalada que adquiere vigor, interés y conciencia conforme avanza, apresa tu interés y se apodera de tu alma.
Porque vas a caer, por mucho que te resistas, que no entiendas ni encuentres sensatez a lo visionado, te hace suyo, te seduce y cautiva, con esfuerzo, sin remedio y con grata sonrisa de equipaje, vehemencia y pasión que van en aumento desde esa incredulidad de principio que amolda sus imperfecciones y desvaríos para convertirse en el defecto más perfecto 
nunca visto, hermosa combinación de vocablos para un ideal título que expresa, con la belleza de una corta pero inteligente frase, el hermoso y pasmado interior de este relato que empieza dando tumbos para acabar escalando montañas y admirando la vista pues cuando algo merece la pena, alguien importa, se superan los miedos y se llega a la cima de esa tortuosa empinada que tanto daño hizo en el pasado/ahora motivo de gozo y alegría.
Comedia romántica que desprende ingenio, salero, talento y genialidad por toda ella, espíritu alegre, animado y divertido que no se sujeta en base alguna, una simple complicación de querer algo e ir a por ello mientras caes, te levantas y vuelves a ese suelo que tantas veces te ve de cerca, risueña, fantástica, ocurrente y amena, amor enfocado de manera alterna que busca su camino a base de porrazos, desdenes, desdichas y adversidades para llegar a puerto válido y encajado con perfección suprema.
Un adorable protagonista, Ryan Kwanten, que imanta tu mirada, retiene tu apego y certifica la unión de ambos con salero y delicia, exquisitez que sin duda saboreas a pesar de admitir que no es gran comida la 
servida pero tiene tal descaro su presentación, tal magnetismo su esencia, tal motivación su osadía que, con el mismo descaro e incorrección das tu aprobación complaciente y satisfactoria a la entretenida, festiva y cómica velada.
Cliché que pretende humor rebelde, estereotipo que vende una quimera, mito que no pasa de fábula sin enmienda, toda da igual si ameniza y contenta, si divierte y recrea, más si lo hace con carambolas de entonación diversa que atropellan, chocan y rebotan hasta que enlazan una buena y esperada tirada para rematar la chalada e irreflexiva fiesta presenciada.
¿Qué es una tontería sin coherencia ni cordura?, ¿y qué?, ¡quién la necesita según momentos!, en esta ocasión, ha sido un fantástico placer perderla de vista y olvidarte de ella.



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