lunes, 31 de agosto de 2015

Operación U.N.C.L.E.

Narra las aventuras de un dos agentes secretos, uno ruso y otro estadounidense, durante el periodo de la guerra fría. Comienzos de los años 60. El agente de la CIA Napoleon Solo y el agente de la KGB Illya Kuryakin se parecen entre sí mucho más de lo que creen. Obligados a apartar sus diferencias, ambos se unen para formar un equipo que llevará a cabo una misión conjunta para intentar poner fin a una misteriosa organización criminal internacional que pretende desestabilizar el frágil equilibrio de poder resultante de la proliferación de armas y tecnología nuclear


¡Lástima!, porque no funciona; en conjunto, no encaja con eficiencia las piezas, ni cumple con complacencia la combinación de las mismas..., no hace más que insistir mi aburrida conciencia acompañada, en su demoledora afirmación, por unos sentidos desnutridos de tanto esperar el gran manjar deseado y obtener, en su lugar, superfluas menudencias de valor estético, pero pocas calorías en su contenido.
¿Cómo puede ser?, buena pregunta.
Presencias el preciso y concienzudo desfile, escuchas la interminable cháchara, intentas dejarte seducir por su pretendido galante juego, por su elegante porte, por su caballeresca rivalidad, por la insinuación de un estilo que nunca logra alcanzar, que se acerca en pretensión y propósito, pero al que elude y deja escapar por falta de pericia para su abordaje y explote; mucha querencia, aptitud y buenas intenciones pero, ¡no va más!, la casa ha hecho su apuesta y no ha logrado ganar la mano, sólo conseguir rodar la bola mientras la ruleta, gira sin parar y distrae al personal, de recapacitar y observar, que está presenciando un número muy elaborado y sofisticado de nada, de satisfactorio vacío..., bueno, sí, simulación de un pretencioso juego de espías a la James Bond, años 60, de resultado mediocre y totalmente efímero.
El supuesto encanto del enfrentamiento ruso-americano es nulo, ausencia palpable más que doliente, el aspirante romance ruso-alemán nefasto, 
tan exigua química y sexappeal que es lamento consciente, el atractivo americano que debe enamorar con su fascinante pasión e irresistible encanto, una distinguida presencia que no transmite nada, la acción, aunque válida y laboriosa, tampoco es ¡para echar cohetes! pues ni emociona ni hace vibrar y, en general, todo el paquete no transmite sentimiento alguno, ni excitación ni entusiasmo, es un nuetro mirar como corren, saltan, disparan y dialogan, con su aspirante ingenio nunca logrado, su querido humor nunca saboreado, su peligro sin fogosidad o ímpetu a obtener y, su deseada perspicacia para una combinación loable de planes, aventura y fascinación por ella, nunca a punto en su adecuada cocción; operación inteligente y elegante en su finalidad aunque, todo un desastre, de aprobado fallido, que se evapora a cada segundo de cinta y resulta, cada vez, más pesado y malogrado, dada la larga duración de la misma.
Sin conocer la serie de la cual procede, el trabajo presenciado es un montaje de buenas intenciones con mal resultado, mucho querer de obvia evidencia pero, una rotunda desilusión dado su receso negativo en ese poder-haber-logrado/nunca-rematado, que echa por el suelo todo lo pretendido y buscado.
¡Qué tristeza de oferta lo presenciado!, pues son excelentes las ganas y el esfuerzo, fantástico el baile insinuado pero, toda su ambición de meta, se estampa contra su no-saber-procer-ni-concluir, queda en simple borrador, de papel mojado, ya que su tinta no aspira con suficiente brío y fuerza, talante y consistencia como para dejar huella clara y concisa, penetrante e inolvidable de su paso.
Y los minutos pasan, y la recompensa no llega, que solitario presenciar ¡más insípido y desganado!, y la frustración es aún mayor porque, realmente queres disfrutar de ellos, divertirte con ellos, valorar positivamente su labor y talento pero, es tan mínimo lo vivido, tan flojo lo sentido, tan superficial la experiencia que, la pena te invade y no puedes más que cerciorar..., ¡qué lástima!, porque no funciona.
A pesar de sus estupendos elementos, de su fabulosa estética, de su apasionada época para dibujar un eficaz, apetecible y original mezcolanza de "Mad men" y "Misión imposible", se olvidan de insuflar sustancia al guión, de hacer más ocurrentes y sugestivos a sus personajes y de inculcar aliciente a tan bonita y apetecible performance.
Puede que sea demasiado exigente y dura con mi análisis, sería fácil y cómodo engañarse por su amable designio y cortes esmero pero, ¿de qué sirve un baile tan simétrico, conciso y medido si su espíritu falla, si no se capta su corazón y sólo quedan cuerpos en movimiento, sin esencia ni una consistente médula espinal que alimente tu famélica gana?
El ánimo y deseo por ella era grande, permanecía intacta la ingenua esperanza dispuesta a gozar con su compañía, sin embargo, todo el deleite imaginado tiene que reducir su meta y conformarse con bellas y refinadas imágenes de fondo pobre y falto, como esa preciosa fotografía, de encuadre cuidado y vista exquisita, pero incapaz de transmitir la emoción de estar y vivir en sus suculentos paisajes.
Y la soledad de una razón, que ni se implica ni participa, que insiste..., ¡qué lástima!, porque no funciona.



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