miércoles, 12 de agosto de 2015

Elephant song

Tras la desaparición de un psiquiatra, un colega suyo intenta encontrarlo. Al mismo tiempo, este médico tiene que hacer frente a un problemático paciente, que resulta ser la última persona que vio al psiquiatra desaparecido.


"Nunca conoció a Michael, ¿verdad?", tampoco es que lo permite mucho la cinta, realmente; ofrece retazos aislados de su vida y persona para poder disponer de una plausible estructura de los hechos, proporcionados a cuentagotas en el momento que estima oportuno, para captar tu interés y mantener la atención en el paciente protagonista, con la cabeza pensante del médico a la cola, que espera y desespera ante la información con la que juega y se divierte el susodicho pues, la maneja a su antojo llevando la delantera y negándose a entregarla hasta que se llegue a meta, preciso lugar elegido donde rematar el calculado espectáculo exhibido hasta el momento.
"La ignorancia es la dicha", y en esas estamos y jugamos, aún después de iniciada la partida ya que, puedes configurar un cuadro abstracto de la situación pero no delinearlo con precisión, esquiva exactitud como parte de su encanto que no satisface plenamente; oyes y sigues la conversación, el monólogo más bien dicho pues un jugador sobresale por encima del otro, con ritmo de oído que escucha al compás de una razón que obtiene poco entusiasmo por su itinerario y desenlace, dada su carencia enigmática de mínimo estímulo; el atrape de la historia, el misterio a resolver en la hermética y correcta consulta no logra un ambiente de opresión, cautividad, interés o intriga más allá de mirar sin profundizar, percibir sin sentir, tomar nota de todo lo manifestado, apuntes concisos de lo expresado pero sin alterar la escritura mental que va haciendo recopilación de todo ello.
No es justa la etiqueta de fracaso pues su intento es adecuado, cabal y justo, apropiados términos no muy convenientes para la excitación que debe ir, poco a poco, en aumento desde su inicio insípido y opaco, la temperatura debe elevarse grado a grado según las cartas mostradas y el cambio de táctica empleada, sin embargo no supera una calor media que no arde en exceso, únicamente tibia templanza de prudencia errónea ya que no devora tus entrañas ni interroga por tu opinión o respuesta al crucigrama.
Atractiva configuración la presentada por Charles Binamé, con la presentación de una estructura cerrada, opresiva que no invita a colaborar sino a tramar, mentir y escapar, habitáculo como ring de lucha entre Xavier Dolan -siempre recordado y halagado por "Mommy", fantástica cinta que recomiendo con fervor-, como Michael, intimidante paciente con problemas por falta de amor parental y Bruce Greenwood, como Dr. Green, psiquiatra experto que también tiene sus propios dramas personales que superar, caza del gato al ratón donde, la mente perversa y manipuladora del enfermo lleva la delantera a la lógica y destreza cognitiva del doctor que le interroga; buenos primeros planos con montaje más al estilo teatral, pues el propio argumento y guión proceden de las tablas de un escenario, y el proceso de adentrarse y descubrir los 
pormenores, las turbulencias, los daños y errores con los que ambos apostantes compiten pues, el resto es hallar el triunfo de la verdad subjetiva de cada uno y que la evidencia objetiva y lograda al final ponga a cada cual en su sitio.
Con todo lo descrito, la tirantez no llega a cortar en ningún momento, la adrenalina no alcanza esmerados decibelios, su logro es la corrección y compostura, aún afirmando el esfuerzo y resultado de las firmes interpretaciones, no penetra en el aire la toxicidad de lo narrado, se queda en estable soplo que airea e informa pero ni perturba, ni atraganta, ni molesta aunque esté transformando, el limpio oxígeno de uno sano respirar, en asfixia de hidrógeno que turbia y enrarece el necesario hálito para sobrevivir.
Relato psicológico urdido con empeño que aprueba sin más alabanza, cumple su requisito sin gran nota pero lo sufuciente para que sea fructífero durante su tiempo de consumo, ni vigorosa ni dinámica tampoco pasa al extremo de la pasividad perezosa, vale su tiempo, complace por propósito y empeño, valores no secundados por la pasión y ardor de la trama pero, es digna y meritoria, adecuadas dosis para una velada entretenida, agradable y justa aunque, ni ardiente ni impactante.
Se titubea con el pasado, con el rencor, la culpa y las heridas que acechan y aprisionan, merodea la sospecha de la muerte, de la desaparición y enterramiento de la existencia, tanto física como emocional, agonía de un mundo del que no se desea participar a pesar de que te obligues -u obliguen- a ello, suplicio representado con la canción del elefante quien llora lágrimas de dolor cuando pierde a un compañero, base para representar esa agonía desfalleciente donde "un dolor jamás dormido, una gloria nunca cierta, una llaga siempre abierta es amar sin ser querido".
!Qué mentiroso vivir!, ¡qué puro morir!..., que la mentira descanse y la paz, por fin, otorgue calma y respiro.



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