viernes, 1 de julio de 2016

Special correspondents

Un periodista radiofónico y su técnico, que se inventan noticias falsas haciendo creer a la audiencia que están retransmitiendo desde Ecuador cuando lo están haciendo desde Manhattan, deciden inventarse su propio secuestro en el país sudamericano durante una revuelta.


Un timo de buen corazón, pero garra escasa.

Ni cómica ni dramática, ni graciosa ni emotiva, aunque pretenda abarcar ambos campos a partir de esa composición clásica, de dueto antagónico, que ya popularizaron los inolvidables Laurel and Hardy (el gordo y el flaco).
Uno guapo, con buen cuerpo, arrogante y presuntuoso/el otro triste, torpe, patético y un poco sobrado de peso, pareja avenida que debe proporcionar esos momentos de humor y diversión, intercalados con otros tanto de emoción y cariño; resuelta mezcolanza, de práctica añeja, cuya aventura no acaba de encontrar su acomodo, para realizar su objetivo con seguridad cumplida de éxito.
Egoísta celebridad local de la radio, aspirante a un destino más extraordinario, crea a partir de su altivo ego, orgullo tendencioso y con la estimable ayuda de su incompetente técnico, toda una farsa de reportaje para gente ignorante y crédula, desde zona colombiana en guerra, sin moverse de casa, que se irá complicando conforme las mentiras suban de peldaño y la resolución de todo el tinglado se les vaya de las manos; chulería y encanto van tejiendo esa amistad profunda y honesta, que les hará apreciar lo realmente importante, estimar, respetar y valorar al otro.
Simpatía como motor para situaciones de lectura sencilla, que no logran la aspirada risa ni la posible ternura, más bien camina uniforme y estable, a veces demasiado apático -pues recitar texto, sin más, no es sinónimo de captar la atención y seducción de la audiencia- por los pasos marcados, sin que explosión alguna los certifique.
“Peligro es mi segundo nombre”, el del actor Eric
Bana -cuya chispa natural es desperdiciada-, en cordialidad conectiva con Ricky Gervais, su compañero de reparto, jefe director y guionista al paso, un tres en uno para ese escrito ameno y maleable que aspira a sátira efervescente y que apunta a varias referencias, sin corroborar ninguna de ellas, pues está atorado y enfrascado en una gracia y sensibilidad que nunca surgen.
“Lluvia de ideas” solicitan los desesperados reporteros en apuros, aunque no, precisamente ese no es su fuerte; más bien moderado costumbrismo, de hacer con voluntad algo rutinario, que no destaca pero que cuela por la química de los actores y por el buen rollo genérico que desprende pues, cierto es que entretiene y no aburre..., ahora ¿suficiente?
El libreto carece de ironía malhechora, de perpetrada sagacidad para dar donde más duele y que el humor negro inunde la pantalla; Gervais nunca se atreve a ser social o políticamente incorrecto, no da
movimiento a sus personajes ni armas lingüísticas para que luzcan todo su posible salero, su argumento nunca peca de soberbia creativa, ni de golpe contundente, más bien se mantiene gracias a flashes esporádicos que brillan en el momento, pero que no mantienen la llama encendida todo el trayecto; su apagada actuación se ve cubierta por los buenos actores con los que se rodea, pero no evita la sensación de por-no-equivocarse, por-no-fallar se limita a algo banal y pasable, no optando a la relevancia de un primer premio.
Adaptación de una comedia francesa, de mismo nombre, abre camino con un pretendido estímulo y
válida curiosidad que van cediendo nota en su progreso buscando la benevolencia y amabilidad, el agrado superficial de la concurrencia.
Sin haber nada malo en ella, es útil como distracción media aunque, se esperaba más ardor e inteligencia, genio y habilidad del co-creador de “The office”, magnífica serie, mordaz y picante, lo que le falta a esta bonachona cinta.

Lo mejor; momentos aislados de Vera Farmiga y Eric Bana.
Lo peor; Ricky Gervais, falto de afilada agudeza en sus ideas.
Nota 5,4


No hay comentarios: