jueves, 7 de julio de 2016

Tenemos que hablar

Nuria lo tiene todo para ser feliz: un buen trabajo, una casa maravillosa y un novio perfecto con que se va a casar. Sólo le falta una cosa: los papeles del divorcio. En cambio, su marido, Jorge, está en paro, su casa se cae a pedazos y no tiene novia. Como no quiere hundir más a Jorge, Nuria lo anima haciéndole creer que tambíén ella está mal. Se trata de esperar a verlo más fuerte para pedirle el divorcio.


Pareja que vive de rentas pasadas.

Muy floja, con muy poca materia interior que valga la pena, muy condescendiente en su esperanza y ánimo de gustar y colmar a la audiencia pues, no se puede vivir únicamente de que te caigan bien los protagonistas, de que sean simpáticos y abran el apetito de la concurrencia; hay que darles contenido, un guión sólido, de personajes definidos que calen y sean interesantes, por separado y en unión rebuscada, no simple marionetas, débiles, inconsistentes y sin apenas carisma cuyo tropiezo y enredo, motor de toda la contienda, ni siquiera da para motivación de enganche, risa de accidente, sonrisa de beneplácito o quebradero de cabeza por el lío montado, más bien descafeinada sensación de mirada bonachona -por la querencia hacia los actores, más que por el acierto e interés de sus papeles-, y oídos dormidos ante el escaso atractivo y mínima demanda que exige una comedia ligera, superficial y débil gracias a un argumento que no idea con eficiencia, ni crea con entusiasmo, simplemente confía en el nombre y carisma de los intérpretes, dejando de lado la concienzuda y necesaria labor de un escrito meritorio y digno.
Empieza con la artimaña de la crisis y sus escándalos más sonoros, para reflejar la desestructura de una avenida familia, ahora cada uno por su lado; la lástima y el cariño llevan a la mentira piadosa, de enredo continuo, pero Michelle Jenner y Hugo Silva ya no están en “Los hombres de Paco” y no basta con juntarlos, separarlos, crear malentendidos, cándidos y dulzones, para propiciar un nuevo encuentro de beso solicitado.
Es tal la bobada de planteamiento, la simpleza de andadura, la sosería de actos, la sandez de diálogos, la ñoñez de resolución que observas desganada, oyes
aburrida y sientes una desilusión enorme por esa oportunidad perdida, de válido entretenimiento, con humor, amor y embrollos entremedias, pues a cambio obtienes ese palique aciago que no halla la comicidad, por muy estudiada, ficticia y forzada que ésta se presente, y teje un romance tan insustancial y nimio que, cualquier episodio de la recordada serie le daría mil vueltas en cuanto a risa, emoción, tensión y suspense por esa pasión y encanto que son el alma y emblema de su portada.
“No te preocupes por nada cariño, que España va como un cohete”, y justo por ello, por no involucrarse, asegurarse, comprobar y certificar la solidez, empuje y energía de su libreto, David Serrano rueda una cinta mediocre, lela y anémica, cuyo resultado teórico en papel se pierde en su trasvase a la acción práctica, únicamente Verónica Forqué y Ernesto Sevilla hacen realidad una gracia y chispa que a los demás pasa desapercibida.
“..., literalmente no, pero lo ha dejado caer de
puntillas”, que no importa el dinero, ni la inestabilidad, ni los golpes del destino, que donde hubo fuego quedan cenizas y que queriendo no preocupar, complica a todos para alegrar a uno; “tenemos que hablar”, no siempre implica algo negativo -aunque no se sepa poner ni un ejemplo de ello-, no se cuida la dialéctica, los secundarios están de adorno maltrecho y ¿los principales?, seamos sinceros, Sara y Lucas atraparon a una generación /Nuria y Jorge dan pena.
“Contamos hasta tres y salimos corriendo” y con necedades de tal tipo se cree ya está todo elaborado y dicho para contentar al presente público; poco respeto y admiración por un género, la comedia
romántica, que se piensa únicamente necesita de dos guapos, una riña y un beso final para que guste y seduzca, cuando es justamente lo contrario, enamorar y hacer reír es de los trabajos que más cuesta pues no se puede forzar, no se puede fingir, sin química natural con la pareja todo al garete, se convierte en una anodina e insípida sesión de cine y ¿adivina?..., ¡exacto!, has dado en el clavo, anodina e insípida sesión de cine.
No convence, no satisface, sólo circular no es bastante.

Lo mejor; Verónica y Ernesto.
Lo peor; su desganado guión.
Nota 4,3


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