lunes, 25 de julio de 2016

Sunset song

Un relato épico e intimista sobre la esperanza, la tragedia y el amor ambientado a principios de la Gran Guerra (1914-1918). Se trata de una adaptación de la novela del autor escocés Lewis Grassic Gibbon.


La tragedia que ni martiriza ni inquieta, sólo sucede.

“Necesitamos más gente haciéndonos la pelota, porque es lo que nos gusta”, expresó rotundamente Richard Gere, con su expresiva tarjeta de crédito en “Pretty woman” y ¡por favor!, es lo que pido, es lo que deseo, es lo que ruego pues..., se busca una historia de amor ambientada en el pasado, de tragedia personal y percances de guerra, de superación de las dificultades y de logro de beneficios arduamente perseguidos, de pasión y rebeldía en una época donde la mujer era esclava de su dictaminado destino, con esa inocencia de juventud donde la ilusión de lo venidero está por resolver, abierto a todas las posibilidades mientras se soporta el castigado presente, donde la consecución de la madurez cumple ese romance soñado de cariño, respeto y querencia, donde la dureza de los años y la época tiemblan en un espectador inquieto y adosado al porvenir de la pareja, a las emociones de la dama estrella, donde formas parte de ella, la has visto soñar, padecer, reír, llorar, anhelar, conseguir, cuyo esfuerzo coronario de padecimiento de su relato vale la pena pues te invade su esencia, te abruman sus penas, te entusiasma su resistencia, te alegra saber de su persona y existencia en esa clásica y convencional cinta que narra al detalle lo esperado
del libreto que parte, con esa angustiosa esperanza de vivir las mismas sensaciones que la heroína protagonista.
¡Que me hagan la pelota como espectadora!, ¡que me mimen y tengan en cuenta al relatar esa contundente epopeya que en libro tanto atrapa!, esa enmudecida letra, cuya visión es la imaginación del lector la encargada de poner imagen y..., es ahí donde nos damos de bruces, donde se estrella pues, la fotografía es magnífica en su precisión y detalle, escrupulosos pasos seguidos al dedillo donde nada se objeta en esa recreación de su mundo, circunstancias y evolución del mismo pero ¿qué hacer con los actores? ¿qué hacer con ese parapeto que impide una conexión válida?, ¿qué no reprocharles?, pues se valen en la recitación del texto, en encarar las escenas pero, ¡son tan nulos en transmitir sentimiento de afinidad, apetencia, estima e interés por ellos!
La corrección en el trabajo, sin alma envuelta, está bien para el panadero, ya que la clienta no se quejará de su sabor en caso de fatiga y desgana mientras se elabora éste pero, un músico, un pintor,
¡una actriz!, que escenifica con rectitud y obediencia, pero no tiende puente comunicativo emocional y sensitivo con su audiencia es un lastre que entorpece toda la bella exactitud que la abraza y rodea.
Terence Davies rueda con determinación y conciencia, sus fotogramas desfilan con la hermosa consagración de su porte pero, con una total ausencia interior de corazón vivo y agitado, un azote que se sufre y padece con lamento, de esperanza herida, en sus 135 minutos, necesarios para la concisión del global manuscrito/largos para un vidente, cuyo nutrido observar echa en falta el apoyo de una razón participante y unos sentidos devotos a los sucedido en pantalla.
“Hay hermosas cosas en el mundo” y poco a poco llegan, y borran esos inicios tremendos de
sufrimiento y penurias paternas, su propia familia en construcción se encuentra cuando los temores del pasado hacen su aparición, como desagradable actualidad padecida pero, sigues sin levantar el ánimo o agudizar la atención por una damisela, ya señora casada, cuyos hechos acontecidos en su día a semana no trascienden la pantalla, ni en realidad vigente ni en voz en off.
Sunset song, la puesta de sol es fantástica pero su canción tiene el alma rota y el corazón partido, pues canta con propiedad su contenido, pero deja sin expresión al arte de su melodía, entonación y ritmo.
¿Qué es Shaskepeare sin la pasión de su lectura?, ¿qué es Jane Austen sin la fervorosa rendición a sus personajes?, una historia mayúscula en su exterior/pobre en su consumo, al igual que esta película, que por mucho que la respetes y valores visualmente, cojea gravemente en su esencia..., y así no hay forma de que la concurrencia salga contenta, ¡esto no es hacernos la pelota!

Lo mejor; el libro del cual parte.
Lo peor; falta de afecto y carisma en su transferencia.
Nota 4,7


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