martes, 8 de marzo de 2016

Copenhagen

Tras semanas viajando por Europa, el inmaduro William se encuentra en una encrucijada en Copenhague, el lugar de nacimiento de su padre. Cuando una joven danesa se hace amiga de William, ambos se lanzarán a la aventura de encontrar al abuelo de William.


Una bicicleta para hallar la serenidad de tus intempestivas fuerzas.

“¿Fue un buen padre?” “No, pero supongo que nunca supo cómo serlo”; pero su hijo lo intenta, por lo menos mejora y progresa adecuadamente, como en las notas del colegio, desde su primer día de clase a su confirmación como excelente alumno, con esa inesperada práctica con una tierna y amigable adolescente, que resulta ser la primera vez que se comporta como debe ante su sorprendente enamoramiento, que a él mismo asusta y sorprende.
Porque es una historia de amor, puro e inocente, el más hermoso y casto que existe pues se antepone la necesidad y valor de la persona amada a la propia, un relato de madurez y sensatez, de encontrar ese juicio y centro donde convergen ambas corrientes, de oeste a este, para compartir ese núcleo donde impera la estabilidad, la serenidad y la necesitada calma.
Evoluciona desde esa soltura, desfachatez, tontería y egoísmo de quien piensa, únicamente en si mismo, hacia esa generosidad y apertura de quien da sin esperar nada a cambio; ofrecer con gratitud, ante unos reconocidos sentimientos, que tumban al cobarde individualista para ser el valiente héroe que por siempre permanecerá en la memoria de esa bella joven que le mostró una dirección, que recorrió Suecia con él y le enseñó que amar, muchas veces es dar un lindo y cariñoso beso y dejar marchar, liberar para ser un perpetuo y bonito recuerdo de orgullo, bienestar y calidez inmensa.
Producción canadiense, en la que Mark Raso escribe
y dirige la sencillez de madurar a los 30, de adquirir la mayoría de edad a los 14, de coincidir en carencias para rebosar en aptitud, al eliminar esa escasez de arranque y principio; es juvenil, natural y cordial, sencilla y modesta, de camino ascendente hacia la integridad de quien experimenta y es más sabio gracias a ello; pequeña muestra, de intensidad leve en aumento, que no cuenta con un gran guión y profundos diálogos de escenas meritorias, pero donde su festiva andadura es dulce, cotidiana y absorbente por su semejanza y afinidad con la común vivencia.
No es gran cosa, se visiona con facilidad, se consume con armonía y, sin apenas darte cuenta expone su mensaje, para terminar aceptando con gusto lo ofrecido y pasar un rato distraído.
Copenhagen, centro de encuentro, punto de fusión, partida de intento que acaba en destreza de resultado obtenido; bonita, agradable, sentimental y afectuosa, sin caer en la pomposidad o dulcería, lo justo para pasar de la rabia e impotencia a la placidez y entereza de saberse y gustarse a si mismo.
Duración acorde, de urbana fotografía, humana, finaliza con una personalidad digna y grata de
emocionante aventura de veranillo que no se cuenta a los amigos, se guarda para uno mismo, para esa inmortal pareja que compartió unos días de felicidad y meditará por siempre, con cariño, sobre ello.
No es un regalo de lujo, pero tiene firme base de buenas intenciones, un verano azul de vivencia plena y reflexión floreciente, para dejar de odiar al mundo y empezar a valorarse.

Lo mejor; sus joviales emociones, de humilde respiración.
Lo peor; puede resultar anodina y chica.
Nota 5,6



No hay comentarios: