martes, 15 de marzo de 2016

La profesora de historia

Anne Gueguen es una profesora de Historia de instituto que además se preocupa por los problemas de sus alumnos. Este año, como siempre, Anne tiene un grupo difícil. Anne desafía a sus alumnos a participar en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. Un proyecto que cambiará sus vidas.


"Hace 20 años que soy profesora, y me gusta"

Cómo lograr la unidad de un grupo cuando sus miembros no se reconocen como parte del mismo, cuando manda el individualismo, cuando reina el caos, cuando el desapego, desinterés y pasotismo son los reyes de unos cabales jóvenes que prefieren obviarlo todo y no mostrar atención ni motivación por nada pues, si no juegas no puedes perder, si te declaras ya fracasado nadie esperará nada de ti y podrás seguir a tu bola, es la ventaja de adueñarse de la etiqueta de incapaz y lento, tonto o inútil, se da por hecho que nada tienes que decir, mucho menos algo que aportar.
Pero siempre hay quien no abandona, quien conserva intacta su esperanza, quien cree en la habilidad de sus alumnos, aunque ni ellos mismos sepan de su existencia, profesora amante de su trabajo, que gusta de la enseñanza, que intenta evitar el mal ambiente en clase y la colaboración e integración de todos sus pupilos, sin excepción de ninguno.
El toque de emoción y apetencia por ella proviene de la veracidad del relato, de esa última moda de destacar la realidad por encima de lo que la fantasía pueda narrar, de aferrase a ese estímulo y querencia que parte, de forma natural, por parte de la audiencia al estar visionando la verdad de un suceso y los hechos que llevaron a su grato resultado.
Porque, más allá de ese respeto y conocimiento por saber de la clase que rompió esquemas y demostró a todo el mundo, ellos los primeros, que tenían mucho qué decir y sabían cómo hacerlo, la historia no descubre nada nuevo no expuesto sobre alumnos conflictivos, maestros coraje y su situación presente realizados hasta el momento.
Ello no quita el disfrute, aliciente y cordial recepción de todo el manuscrito, de esa fresca escritura que toma credibilidad en la voz de los retardados pupilos y su correcta fotografía para recalcar el entorno de bajo rendimiento, nulos objetivos y fracaso que se les achaca.
Es honesta y clara en su marcaje de exhibir lo
sucedido, cuenta con el cariño y cortesía del asistente y aunque la historia es simple y modesta, comparada con otras duras y agresivas sesiones de institutos y colegios de educación secundaria, gusta de verla y es fácil de digerir; sin esfuerzo ni grandes exigencias cubre óptimamente su amoldada dirección y acorde duración para dar fe de ese revulsivo cambio que llevó, a unos abandonados y apáticos jóvenes, a vencer su cómoda y aburrida desgana y empezar a interesarse positivamente por los demás, no egoístamente sólo por ellos mismos.
Es el lema, es la meta, es la finalidad de toda ella, dar testimonio, para siempre en acertado celuloide, de la superación, esfuerzo y armonía de un grupo, los olvidados y relegados al lado, quienes dejaron de ser miembros unilaterales, desestructurados y enfrentados para actuar con concordancia y entendimiento, apoyo y colaboración como uno solo, todos para uno y uno para todos.
Los herederos, “les heritiers”, aunque en la
traducción se de todo el peso a la profesora, son los alumnos los que marcan, lideran y centran el mensaje y su destino, ligera en conjunto expone una tenue fuerza que no alcanza grandes cuotas ni crea un gran dramatismo envolvente, pues se penetra poco, mejor dicho escasamente, en las vidas personales de los desechados chavales, únicamente abre el telón con la desestabilizada clase para cerrar su último acto con la afinidad de los mismos, un antes y después que pone una sonrisa, enternece y se acoge con gratitud y ánimo de buena sintonía.
Los muchachos no tenían ambición, ni reto ni incentivo para quedarse en clase y atender a la profesora pero, ésta supo despertarlos la curiosidad por la historia y los fehacientes hechos ocurridos en ella; Marie-Castille Mention-Schaar no logra tanto, se atiende con ganas y buenos sentimientos a su testimonio pero, en general es exigua y pobre, no es de las más pillas y avanzadas en su género, es más bien moderada.

Lo mejor; un nuevo informe sobre la superación de las dificultades y sus sabrosos logros.
Lo peor; la tibieza de una narración y dirección que no alcanza grandes logros de satisfacción
Nota 5,7


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