lunes, 14 de marzo de 2016

My all american

A la estrella de fútbol americano universitario Freddie Steinmark se le diagnostica un cáncer tras ganar el título nacional en 1969.


Para hacer justicia y que no se olvide un santo.

Se llevan historias veraces de gente interesante que logró un éxito a pesar de las dificultades, está de moda dar a conocer personas comunes y corrientes que destacaron más allá de la media; las artes es el lugar donde más se prodigan, el deporte el rey de los héroes y sus hazañas.
Gusta conocerles, saber que es uno de los nuestros, que cualquiera que se esfuerce y ponga todo su empeño puede ser uno de ellos; las historias son cercanas, entrañables y entretenidas, patrón de corte que sólo se diferencia por el nombre del protagonista y su ardua complicación para llegar a tan señalada cima, cumbre más o menos apetitosa para el espectador según las formas, rodaje y contenido habilitado.
Aaron Eckhart atrae, es un plato de inicio interesante que te hace elegir la historia, lees la sinopsis y cercioras la elección hecha; a partir de ahí, todo queda en manos de la satisfacción del recorrido, del mensaje y del cómputo global; simbolismo americano a tope, pues su referencia ya aparece a lo grande en el título, cliché de personaje que puede no importar si su sabor es meritorio y complaciente, válida para el tiempo dedicado.
Pero he que aquí, el líder es un jugador bajito y novato, interpretado por Finn Wittrock, con el que nadie cuenta; religioso, buen hijo, mejor estudiante, novio modelo, el corazón de la defensa de la universidad de Texas cuyo relato y superación no parece gran cosa, simplemente un chaval más que quiere triunfar a toda costa como jugador de fútbol americano.
Muchas jugadas de partido, un poco de la situación personal, familiar y carácter que caracterizan al líder emergente y poco más; carreras, golpes, cascos deformados, músculos magullados y el emblema de
superación, de poderío, de avanzadilla y de siempre ir a más y mejor a cada paso bien metido en la cabeza, por un padre que no tuvo su oportunidad y se vuelca en la de su hijo.
A estas alturas son muchas las cintas de este tipo visionadas y, una como ésta, tan mecánica y corrediza, cargada de frases elocuentes e inspiradoras pero escaso énfasis y fuerza, pasión o entusiasmo pasa sin pena ni gloria; correcta, veraz, sigue sus establecidos tramos con cautela pero no cautiva, no ensalza, no excita aunque tampoco perjudica; visión que no atrapa por mucho que grite la grada, que venza el equipo contra pronóstico y resuene la música a toda marcha.
“Sea lo que sea, vas a enfrentar el desafío”; el sentimentalismo, tarde o temprano, siempre llega, éste conmueve y emociona, es su papel pero, aún así, el relato de mediocre no pasa; no te arrepientes de verla, sirve para domingo televisivo en sesión
nocturna, es un “all america” aunque éste no esté en el salón de la fama, pues habita en el recuerdo y corazones de todos aquellos que juegan en su estadio, por siempre al mito dedicado.
“Yo no se mucho de fútbol” “¡Aprenderás!”; no con esta cinta, pues no crea devoción ni arrebato, querencia ni brío por tan violento y hermoso deporte rey. Enriquece saber un nuevo hecho humano de valentía y esfuerzo, no tiene otro propósito que rendir homenaje a Freddie Steinmark, en celuloide, para que quede y pase a los anales de la historia; pero no hubiera estado mal poner más énfasis en él como persona, no únicamente como fervoroso y cumplidor jugador de fútbol americano.
Se quiere perpetuar a la persona, aunque sólo se muestren tácticas de fútbol y mensajes de gloria.

Lo mejor; saber de una nueva y verídica historia.
Lo peor; su nivel es fundamentalmente táctico, no humano.
Nota 5


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