sábado, 5 de julio de 2014

El extraordinario viaje de T.S. Spivet

No deja de ser un niño en una gran aventura de añorada meta que busca cariño y comprensión, ternura y atención, dejar de sentirse aislado y no querido para pasar a ser amado y cuya ausencia provoca el despertar de la estima, la búsqueda y encuentro de lo más deseado, el abrazo de una insustituible madre y la segura protección del caballito en la espalda de un padre que te devuelva la sonrisa y te haga único al llevar su sombrero de cowboy; abandonar la melancolía y tristeza interior de la soledad y la culpa recíproca y abrirse a la alegría y amor de una familia peculiar y dispar pero unida por el gran misterio de su cordón umbilical a pesar de su gran variedad. La presentación es fantástica, deliciosa excentricidad llena de impactante colorido que atrapa tus ojos cual estrambótico binocular en el cual la mirada debe ser ralentizada y enfocada, la vista precisa y concentrada para apreciar y degustar la belleza y espectacularidad de un formato de cuento, fábula exquisita en la narración cognoscible del interior de un cerebro superdotado cuyo espíritu es anhelo indiscutible de dulzura y afecto, de sensibilidad y pasión, descubrimiento de unas emociones afines a un niño incomprendido que siente la amargura de una inolvidable pérdida, la añoranza de un volver a ser, la imperiosa necesidad de un deseoso querer estar. La historia es más afectiva y sensible que anteriores trabajos de Jean-Pierre Jeunet aunque menos motivante y seductora pasada la impactante novedad inicial pero sigue contando con una cautividad de todos tus sentidos que es fiel y devoto toque característico de la imaginación y fantasía para la narrativa visual de esta directora. Se trata de valorar cada paso, devorar cada escena con la grandeza del espíritu inocente de un pequeño que permanece inmóvil y paralizado ante la pantalla por la exquisitez de lo visto, por el deslumbre de lo expuesto y la magnificencia de una historia resultona y llevadera de verborrea electrizante y estética hipnótica que vive y se mantiene por su querida y sabia combinación de elementos que forman un cuadro único y exclusivo expuesto con enorme gracia y elegante presencia, finura delicada de estimable sutileza en su escondida comicidad, en su exigencia personal, en su grata bienvenida, en la vivencia de un calor oculto y escondido de miradas que buscan rapidez e inmediatez, facilidad y entretenimiento superficial pero notorio y estimado para pacientes de sabia espera, lectura inteligente y exclusividad marcada; no apta para todos los públicos porque allí donde otros verán aburrimiento-tontería-pesadez otros apreciarán la inmensidad de una sonrisa encantadora, la rareza de una incomprensible comodidad, la severidad del gusto atípico, el curioso estado jovial y alegre que aparece sin apenas esfuerzo pero con veredicto firme para proclamar el registro de una vivencia poco común, deliciosa extrañeza de repetido deseo. No es un cómic delirante, no es un héroe común, es un relato diferente de hilarante impresión e inolvidable recuerdo.  




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