miércoles, 2 de julio de 2014

Occidente es occidente

Ser pakistaní en Inglaterra, inglés en Pakistán, vivir entre dos mundos pero en ninguno, una variedad de culturas que crea confusión y añoranza en la persona, bella y hermosa mezcolanza que enriquece y dificulta la personalidad, el carácter, decidir lo que se ama y odia, lo que se echa de menos, en definitiva, quién es uno. Comedia cálida y agradable, secuela de "Oriente es oriente" que crea un ambiente de ternura, cariño, sonrisas y diversión, captura de sentimientos y emociones de gusto exquisito por su dulzura y amargor, encanto y fascinación, sabiduría expositiva de las alegrías y penas, sonrisas y tristezas de una forma de vida. Sencilla, simpática y tierna, de deliciosa fotografía para enamorarse de una tierra que muestra sus mejores joyas y sus peores carencias, sus maravillas y lindezas más unas interpretaciones vivas y cercanas, de sentida afinidad que enternecen, conmueven y transmiten humanidad y sensibilidad a flor de piel. Andy De Emmony sigue su propia estela, sin cambiar de rumbo ni dirección, un camino llano, sin tropiezos ni sobresaltos, de previstos venideros fácilmente asimilables que aporta quietud, armonía y una reposada tranquilidad de saberse cómodo, feliz y contento con lo que se está viendo, satisfecho por el apacible, frágil y sereno relato proyectado y por la jovial y sana comicidad transmitida. Sin más lectura que la honestidad de su fantástico proceder, la grata seducción de su dejarse llevar, el cautivo bienestar de ese fascinante dejarse querer, aprecia cada uno de sus momentos, sus dolientes y perspicaces encuentros, sus delicias y desprecios, suspiros y rencores, su amable gratitud y su considerada aptitud de gustar, agradar y seducir sin apenas esfuerzo. Al alcance de todos para ser amada y disfrutada, querida y recordada, un eficaz compendio sin lamentaciones que expresar, sin peros que añadir, sin frustraciones que esgrimir, únicamente la solvente satisfacción y cumplida contemplación de un filme ameno y ligero cuyo secreto es la benevolencia de olvidar sus carencias y estimar sus dones, los dulces y sabrosos atributos que encandilan y emocionan a tu espíritu y corazón. Abrázala con deseo y pasión y sin recriminar nada.




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