jueves, 10 de julio de 2014

Todos están muertos

"A veces que algo te salga mal es lo mejor que te puede pasar". No es perfecta -ni aspira a serlo- ni logra explotar al máximo todas sus posibilidades pero consigue una sugerente combinación de melancolía, tristeza y desasosiego que se abre a la alegría, la esperanza y el renacer de una vida perdida, cautivadora mezcolanza de frías e inertes estancias con presencia de sufridas esencias de ardientes corazones que no avanzan en medio de un desolador silencio que corta el hielo y fustiga el alma, impetuoso anhelo de romper la inquietud ofensiva de una parada interminable cuya callada letanía duele con sangre y asesina sin piedad y cuya forzosa despedida sólo la muerte consigue evocar. Un tiempo pausado, lento y áspero, un discurrir gravitatorio aislado y opresivo para plasmar feroces sentimientos de raíz amarga que necesitan de pocas palabras para manifestar su verdad, mínima pero contundente expresión lingüística reforzada por serenas miradas de desesperación y consuelo, de impotencia y miedo encarnado magníficamente por una Elena Anaya que atrapa cada fotograma, que devora todo tu interés con su estupefacta perplejidad, que mantiene tu entusiasmo a nivel creciente y, simplemente, sustenta toda la historia, un relato sencillo, discreto e inofensivo que esconde en su interior una complicada y ardua existencia, la guarida de un monstruo absorbente y depredador que no quiere compartir su tesoro ni abrirse al despertar de un nuevo existir. Ligereza estructural, delicadeza expositiva que necesita su respirar agónico y reposado para proceder sutilmente con una consistencia firme que anula cualquier decepción presente o posible vacuidad emergente. Emotiva, sentida, querida, evolución solicita de tristeza a alegría, de asfixia a alivio, de pena a júbilo, grato suspiro en un relato de impacto callado y silencioso, frágil e íntimo que embellece la estancia por su hermosa sintonía, notas superfluas, delicadas, desiertas que componen una ópera de sonido tenue pero impresión candente, un conjunto que gusta sin maravillar, que contenta sin esfuerzo, que agrada con pasividad pero manifiesta fuerza, un alegato declarado de honda inteligencia y respetado resultado."Es duro despedirse, más duro es irse sin decir adiós", su referencia al optimismo, a descubrir la valentía de seguir adelante, al esfuerzo de continuar el camino es un válido adiós.




No hay comentarios: