domingo, 21 de septiembre de 2014

Summer in february


¿Cómo puede ser que ante tanto arte en la presentación, delicadeza en las formas, una esmerada y sublime fotografía de tarjeta postal inolvidable, un exquisito cuadro exhibido con elegancia y clase, una tenue y cálida combinación de colores, un detallado y apreciado vestuario, un paisaje mar-montaña de ensueño, la bella costa con su eterno encanto y constante peligro..., todo un elenco de sabias propiedades y acierto pleno en el contexto, adorno y conjunto y, en cambio, un fallo tan garrafal, profundo y torpe en el guión y en la andadura de los personajes?
Porque ante una mesa espléndida, de mantel exclusivo, ambientación sutil, música suave, frágil porcelana china, aromáticas flores, velas de iluminación templada, delicados cubiertos antiguos, sillas de época clásica..., si ante tal seductora y atractiva exhibición ofreces unos platos de sabor insípido, soso y apagado, de poco contenido y rodaje caótico sin clara evidencia en su seguida, ¿de qué sirve todo lo anterior?, ¿para qué tanto empeño en la estética, vestuario, localización, contexto, fotografía, iluminación, maquillaje, fotogramas escénicos de ensueño por su perfección detallista si no elaboras un guión a la altura y unos protagonistas del mismo nivel?
Porque hablamos de una época y una villa refugio de artistas, pintores en su mayoría, que vivían intensamente con sus locuras, desmadres, libertinaje y amor, todo como excusa para la inspiración, libre creatividad y desenfreno de su ego más altivo, de un trío amoroso de pasión, celos, desengaño, traición y dolor prototipo tradicional para la desgracia, la tristeza, la amargura y el suicidio a flor de piel, sentimientos intensos y absorbentes y ¡que pases por el filme indiferente y ausente, desganado y sin motivadora implicación dada la poca consistencia de su narración y el desatino de su evolución, poca credibilidad de las actuaciones!
Resulta imperdonable y triste.
Porque no te crees al efusivo genio -ni su supuesto talento-, porque no sientes a la damisela desolada -sólo la incoherencia de su caminar-, porque únicamente vives al amigo dolido pues el devenir y desenlace de este terceto ni impacta ni estimula, pasas por encima de ella sin pena ni gloria, sin fu ni fa apreciando el complaciente desfile y todo su meritorio esfuerzo en la puesta en escena pero observando la ineptitud y yerro en la confección de la narración, de su evolución, del ausente vigor en la interpretación y nulidad plena en el posible atrape de las emociones y espíritu del espectador.
Una pena tanta dedicación en los preparativos y tan poca gracia, acierto y sabiduría en lo comprendido, en la narración de esta tragedia apenas sentida o percibida.
Un director víctima de su propia impericia y torpeza, estancada agudeza y falta de ideas inteligentes en la correlación de la historia.



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