sábado, 27 de septiembre de 2014

Cautivos

Ocho años después de la desaparición de Cassandra, algunos indicios perturbadores parecen indicar que aún está viva. La policía, sus padres y la propia Cassandra intentan esclarecer el misterio de su desaparición


Espeluznante!, la palabra que más se repite en tu cabeza es ¡espeluznante!, el diablo retratado con toda su crueldad y ferocidad, el demonio más repugnante sirviéndose en bandeja a sus víctimas con una frialdad, calma, normalidad y acceso disponible que te pone la piel de gallina, observadores del dolor más horrible y provocadores del horror más inhumano, un Lucifer con traje y corbata vecino de sus amigos que revuelve tus entrañas, la manipulación de la existencia llevada al extremo para placer y consumo propios, el atroz juego del sufrimiento y el dolor, el gusto y sabroso deje de la devastación familiar..., historia no tanto de intriga y suspense pues, desde el principio aparecen todos los personajes sin careta, cada uno en su posición de agresor o agredido, sino de la observación más provocadora, desagradable e inquietante del dolor, la humillación, el abuso, el regocijo, la satisfacción del sufrimiento provocado en los demás con una gélida mirada, helada presencia que impresiona y atrapa tu petrificada percepción.
Contada en formato de flashback, al inicio crea confusión y extrañeza por la breve duración de sus tiempos alternos lo cual implica una esmerada atención de tu parte para descubrir cada pieza y reubicarla en el puzzle, pero conforme se alarga la narración en cada tempo va cogiendo firmeza, consistencia y una sólida correlación y, a partir de ahí, es un machaque continuo de las más ferviente felicidad perturbada, sutil retrato del monstruo más cruel de tus pesadillas, del ahogo y asfixia de una existencia amarga, insoportable cárcel de tus propias esperanzas y miedos manipulados sin compasión en medio de un contexto igual de seco, áspero y frío que sus atacantes.
Ryan Reynolds vuelve a renacer como actor en su interpretación del agonizante padre herido de muerte en su alma, insaciable consumo de una insoportable vivencia con diálogos igual de fríos y cortantes que todo el relato pues Atom Egoyan, como director-guionista-productor, ha querido reflejar con masacre y maestría esa horripilante distancia cercana, esa magnífica infiltración del Satanás más sediento de sangre que indigesta por su ingenio y cuidado, mostrando el mundo de la violencia más atroz con elegancia y delicada exquisitez ofensiva, las atrocidades del secuestro y la pedofilia con buenas maneras y educación, la inquietud de una brutalidad que se dejar leer en su forma verbal sin un fotograma de exhibición física o carnal, evidencia  innecesaria dada la maldad comunicativa ofrecida a cada segundo.
Prepárate para sentirte cautivo por su narración, atento sin pausa a su cronología, incómodo y atraído por sus eventos, estupefacto por su perfecto anclaje y productivo escondite, asfixiado de tanto látigo imperante que se crece conforme alimenta el horror y la impiedad de sus actos, hipnótico ante el poder, control y sabiduría del retrato impúdico del diablo más escabroso.
Tus cinco sentidos atentos a la pantalla, con escucha y mirada penetrante para un relato nada complicado de personajes comunes pero cómplice de un sinsabor aterrador e impactante que no permite un respirar tranquilo y que paraliza tus emociones pues espeluznante, espeluznante es la palabra que más se repite en la visión de esta maquetación inmutable que juega sin pudor y con delirio a la mortificación.
¡Disfruta del tren de los horrores y la desgracia y de su viaje al infierno!
Posdata: inconcebible la nota de suspenso, ahora aprobado justito, concedida a este filme.