martes, 20 de mayo de 2014

Aprendiz de gigoló

Vuelve Woody Allen de nuevo a la carga -me da igual que lo firme John Turturro pues parece una copia del mejor saber hacer del susodicho director- con todo su esplendor y magnificencia, con todo su excelente y soberbio arte, con toda su maravillosa y explosiva habilidad para recrear escenas contundentes e impactantes, de ironía punzante, con magníficos diálogos de gran inteligencia y sabiduría que transmiten verdades rotundas en cada una de sus palabras, con un sublime guión, austero en sus formas, sin florituras añadidas que oculten lo importante, escenas directas a producir efecto rápido e inmediato en un espectador satisfecho que se come la pantalla y que no se permite parpadear por miedo a perderse un segundo de este fantástico disfrute; simpleza en su estructura-grandeza en su contenido, clave exitosa de un espléndido trabajo que muestra con fuerza y vigor, con una pasmada potencia toda su gracia sarcástica, toda su sonrisa burbujante, toda una alegría irónica que muestra verdades descaradas que no tienen el pudor de esconderse pues desfilan por la pantalla con gran orgullo y altivez y que, centrándose en su querido y siempre magníficamente retratado Nueva York, ofrece la belleza y hermosura de sus calles, de su gente y de su peculiar forma de vida; con las ideas siempre claras, la dirección siempre firme y el destino sobradamente conocido la humildad, austeridad y sencillez de su trabajo choca espléndidamente con la fuerza y rotundidad de su resultado, efecto positivo que nutre todas las expectativas y anula cualquier decepción. No hay una crítica más fácil de realizar, comentario más rápido de escribir o reflexión más sencilla de formular siempre que seas un amante de este director, de su cine y de su característico trabajo -el de su amigo, rectifico- pues, como en todo genio y figura, o se adora su cine o se aborrece completamente, sin término medio que permita evitar dicha elección. Dejo claro mi enamoramiento, amor eterno al trabajo de este característico -perdón, su amigo, vuelvo a rectificar- y especial director, encantamiento que no deseo perder y que, si no compartes, nada de esto te sirve. Siendo justa, unas palabras para aclarar que la película, la dirección y el guión es de John Turturro que le ofrece a Woody el mejor papel posible para explayarse y ser él mismo de nuevo en la gran pantalla pero, es tan obvio y descarado el aroma, perfume que envuelve y rodea toda la cinta que si cierras los ojos -o si desconoces que no es Allen quién lo firma-  es imposible no visionar a Woody en sus mejores tiempos; en realidad, tanto monta-monta tanto pues, la verdad sea dicha, vas a disfrutar y a regodearte en cada escena y con cada fotograma, me da igual quién lo firme. "Éste puede ser el principio de una bonita relación amorosa entre los tres" pues "donde hay amor hay dolor"; dispuesta a sufrir lo que haga falta!!!




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