domingo, 29 de junio de 2014

El soldado de Dios

La primera hora te aburres, estás frío y desconectado de lo que pasa, indiferente ante lo visionado; a partir de ahí, la película empieza a captar tu interés y atención para conseguir que tu mirada se transforme en atractiva emotividad y sentida aflicción durante la última media hora, evolución que acaba ganándose tu respeto y admiración por tratarse de una historia real, un ángel armado defensor de las puertas de un paraíso instalado en el más espeluznante y feroz infierno que el ser humano es capaz de crear, salvar vidas inocentes de una muerte segura o una posible existencia aún peor. Tampoco tiene más, también hay que decirlo. Su paso del submundo de la droga, la delicuencia y el alcohol al descubrimiento de Dios pasa sin pena ni gloria, su narración es muy rápida y poco deleitable, sentimientos apenas perceptibles para tu alma que observa pero no profundiza ni siente; a partir de ahí -me repito- va ganando en carisma y potencia, intensidad agradecida que va "in crescendo" y que te permite subirte al vagón de un tren en el que apenas habías reparado, apreciar unas vistas hasta el momento apenas percibidas y conformar un paisaje agradable que se gana tu aprobado por su profunda recta final. No busques una película de acción, no esperes furtiva adrenalina que levante tu pasión, no quieras tensión que mantenga en vilo tu corazón; es un relato humanitario y social  con una primera parte como digno documental de UNICEF y de la esperanza y la Fe de un todopoderoso Señor que salva y protege a las ovejas perdidas de su rebaño -alabado sea para siempre su gloria etc, etc, etc,- y una segunda parte más apetitosa y gustosa donde se deja el discurso católico y el sermón de iglesia y se aprecia más a la persona, su valentía y el duro trabajo que realiza, sus dudas e impotentes frustraciones y su método alternativo de hacer las cosas, de llevar la paz y la seguridad a niños que, literalmente, lo han perdido todo -y me quedo corta por el horror y la crueldad que, todavía actualmente, se vive allí-. Sam Childers, una organización -una persona- sin ánimo de lucro que sobrevive con gran esfuerzo y apenas recursos gracias a la constancia y no abandono de sus miembros y que aporta felicidad e ilusión a todos los niños que encuentra en su camino en una región de África, El Sudán, olvidada de la mano de Dios, también hay que decirlo.




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