viernes, 13 de junio de 2014

Squatters (sorpresas a domicilio)

Estás preparada para una gran explosión, esa esperada inmensa ola capaz de provocar un tsunami y destruirlo todo..., a cambio recibes un oleaje tranquilo y reposado, de movilidad moderada donde todas las consecuencias de su remojo inesperado están bajo control, un baño que aunque violento y abrupto en sus inicios por su sorpresa no-anticipada acaba siendo fuente de frescura y gratificante placer; y su mayor resquicio reside en su pretendido dulce y generoso desenlace, un quiebro a favor del viento, sobrevalorado giro cándido hacia la recompensa de los buenos actos, leyenda mítica de una justicia universal y divina para las buenas personas de corazón puro y sincero que, una de dos, o te encandila y enamora su resolución o te huele a tufo romántico y serial poco creíble quedando a la espera infinita de una potencial acción y una fuerza resolutiva que llene la tensa espera de una vida ficticia que no pertenece a los protagonistas: entrar en el club de los ricos y famosos, de las preciosas y perfectas familias que se quieren y respetan donde el amor es manantial de alegría y sonrisas, de cariño y esperanza o..., la destrucción caótica de esa pretendida invasión fortuita, entrada ilegal no permitida, agresión no consentida de colarse en una fiesta privada sin invitación que debe ser resuelta como toca: el matón, guardaespaldas, padre de familia o héroe oportuno que le coja por la espalda y a la calle, que machaque su cara o lo que haga falta y limpie la escena, cada uno en su sitio como harían Bruce Willis, Liam Neeson o Mel Gibson en sus mejores tiempos!!!, destrucción, destrucción, destrucción!!!, aunque a éstos mejor permitir la entrada o lo que quieran con o sin invitación y estén del lado que estén!!! Dejando la ironía y la broma a un lado, dada la evolución del guión si que queda un resquemor a falta de más acción, más energía y más drama fortuito pues hablamos de ladrones que atentan contra una familia y la vida que disfrutan; en su lugar, apenas muestra un mínimo de ese submundo y aboga por la pesadez del remordimiento, la dulzura de la reconversión, la gratitud de enderezarse y escoger el camino correcto, un final tan propicio y satisfactorio -bueno, un poco menos- como cualquier otra posibilidad. Correcta en todos sus términos -dirección, interpretación, argumento, guión, fotografía...,- es lo más que se puede decir; personalmente hubiera deseado más locura y frenesí, tenía ganas de más marcha, de más guerra, vamos!!! Aún así no me quejo de lo ofertado pues es de bien nacido ser agradecido..., sea lo que sea lo recibido!!!




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