lunes, 20 de octubre de 2014

Aire libre

"Ya no existo para ti, ¿verdad? ¿Y yo? ¿Existo para ti?", herida más mortífera que dejar de amarse.
Camino a la perdición emocional de una pareja avenida, autodestructiva relación de incremento dañino en el día a día, sutil y delicada plasmación de la distancia hecha presente, de la agresión involuntaria surgida espontáneamente, tensión, desespero, aborrecerse mutuamente, una lentitud en los pasos y en la observación de sus andares que lleva a la pesadez y lejanía de su pobre comunicación, a la ignorancia mutua, al olvido de lo que les une, a no compartir nada excepto el amor por un hijo y la supuesta construcción de su hogar al tiempo que su relación se va a pique con un genial paralelismo de la reconstrucción fisica de su futura casa mientras ocurre la demolición emocional de ellos como núcleo parental y pareja avenida.
Interpretaciones sensibles, cercanas y sentidas, palpables en su escondido rencor, en su frustración enérgica, en una creciente rabia de poderío voraz que busca víctima inocente a quien golpear, para un 
guión que sin grandes gestos ni virajes de espectáculo potente expone el colapso de una vida compartida y la explosión inevitable para poder respirar, para dejar atrás esa contaminación ambiental que supone el compartir espacio y encontrar aire libre, un argumento que se mueve a cuentagotas en su mortecina rutina, que se desplaza sin ruido ni apenas movimiento y que busca tu atenta y voluntaria mirada pues su anonadada sencillez y entumecimiento de sus gestos expone la ruptura del viaje compartido, esconde una verdad atroz y resistente, el arte de decirlo todo sin expresar nada, ese letal observar silencioso que es fácil  abandonar y dejar atrás pero que expresa con humildad, contundencia y sin escándalos de show atractivo el derrumbe de un proyecto en común, la falta de respeto mutuo donde una vez hubo amor y la vorágine en caída descendente y sin control hacia la agresión recíproca y un desesperado intento de reconstrucción de lo que, minuto a minuto, se cae a pedazos.
Una historia sencilla y común, conocida y familiar, sin sorpresa repentinas ni opulencia representativa, honesta y sobria en su exposición cuya atención demandada es, a la par, fácil de otorgar-fácil de perder pues su oferta es sincera, pasiva, de visión inerte, la simple grandeza de mostrar una relación agonizante que muere lentamente hasta rozar la línea de convertir su olvidada pasión y delirio en odio bilateral, ausencia comunicativa de graves consecuencias que seduce o aburre al mismo nivel pues no tiene importancia ni destaca en su rutina de lo cotidiano pero es única en la historia personal de esta familia que se evapora en el aire y pierde su rumbo inicial de partida.
Energía oculta en forma de desasosiego, externa calma de andar pausado que esconde su tensión, tirantez en su ávido interior, tranquilidad de amargura envolvente que puede cautivar tu interés o desesperar tus anhelos y apetencias, una envoltura aquietada de sufrimientos afines que motiva o anula por igual, fifty-fifty, por tanto, un aprobado neutro en su resultado para unos personajes corrientes que no sacian tu apetito ni colman tu digestión aunque, la distendida recepción de su ira en aumento nutre lo suficiente para permitir una visión cómoda y serena de propensa estabilidad, vívida ironía vigente dado el caos emocional que expresan sus protagonistas.
Gusta por su nivelado equilibrio sin ansiedad latente o adormece, justamente, por lo mismo, tanto monta-monta tanto.



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