lunes, 13 de octubre de 2014

La buena mentira

"Si quieres ir rápido ve sólo, si quiera llegar lejos ve en compañía"; a pesar de la buena compañía recibida la película, amargamente, no consigue llegar muy lejos.
Una primera parte retrato de la extenuante aventura, del calvario horroroso que supuso para estos chavales -comodines representantes de cualquiera de las miles de historias a elegir todas ellas igual de tristes, horribles y de dolor e injusticia inimaginable- llegar a Sudán en busca de refugio seguro de una inenarrable guerra que destrozó su familia la cual transcurre como narración de un logro épico de valor insuperable y plasmada veracidad por los originarios niños como actores que intervienen pero ligero, suave y de poca profundidad emocional y afectiva para el espectador pues conoces de antemano que llegarán, que se salvarán, que partirán a Estados Unidos y, demás, la directora y la responsable de la escritura de tal tragedia no utilizan la visión espeluznante, agria e impactante de las imágenes de tal acto bélico dejando que sea el espectador quien lo intuya y se lo imagine personalmente a través de la valerosa peregrinación de estos pequeños héroes que "he decidido vivir, no quiero morir" es el lema que les mantiene en pie, unidos a buen puerto.
Una segunda parte de su llegada a tierra soñada y su adaptación a la vida americana donde por fin aparece la tan publicitada Reese Witherspoon que, realmente, es utilizada exclusivamente para ello, para vender una historia que sus propios responsables parecen creer que no se vendería sola; esta vida en ciudad de luz eléctrica, agua corriente y asfalto es aún más pobre y escasa que su previo en tierra africana pues aborda la dificultad de acomodo, la diferencia de cultura, el impacto de socialización, el choque de entendimiento, el golpe de valores, el valor de la familia, la pérdida del centro propio y su acompañada estabilidad y el caos de lo desconocido con demasiada jovialidad y buenaventura, excesiva simpatía y cordialidad de querer agradar y ganarse el aplauso fácil más que indigestar e incomodar, que ser cruel y duro en exhibir tan explosivo cambio.
Y todo, más o menos, circula por las mismas sensaciones de gusto, afecto, gracia y buena esperanza porque sí, te enteras del crimen horrible de una guerra desconocida en sus términos concretos -el filme no se molesta en explicar nada- y de sus devastadoras consecuencias, es una correcta y honesta narración de cualquiera de los supervivientes de dicho conflicto, un documento histórico del destino de todos estos muchachos, informador leal y veraz de como pudieron continuar sus vidas, conmovedora y tierna de abrazo amable pero nada penetrante para el corazón, emocionante en su justa medida que apenas roza el alma o toca la sensibilidad de unos sentidos que observan y escuchan pero no se implican ni involucran e indagando nada que no sea la superficie llana y lisa, obviando adentrarse en la dureza endémica y perversa del mal y sus demonios hechos presente.
"La buena mentira" se convierte en la buena verdad, simple, llevadera y complaciente, sutilmente digestiva sin la posible agonía, acidez, escalofrío de observar la destrozada reconstrucción de la vida de unos refugiados de guerra que interrumpa una comida amena y grata de carácter informativo pues, apenas sufres o padeces más allá de una sensación superficial y tenue de lo espeluznante, horrible y dificultosa que ha podido ser la existencia de este pueblo exiliado y sus miembros.
Opta por demasiada amabilidad, ligereza, encanto y una recepción de suave acogida en lugar del enfrentamiento e impacto de tanto horror, masacre y frustrada impotencia; lo dicho, ¡la buena verdad!


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