lunes, 27 de octubre de 2014

Cuando despierta la bestia

He echado de menos disfrutar más de la bestia, de sus asesinas garras y voracidad insaciable, saborear con mayor gusto y placer de su despertar, aparecer, estallido y explosión de definitiva aceptación, más violencia física y agresión estética para mis ojos, más escándalo para mis oídos y repulsión para el estómago, mayor portento en su expresión de amanecer, en su incertidumbre de camino y en su conclusión de poder y peligro.
Relato danés de refinada, ligera y apenas perceptible licantropía que se compara con "Let me in" como su hermana pobre pero que queda muy lejos de la deliciosa y suculenta obra remake de Matt Reeves que, sin duda alguna, es muy recomendable tanto como su original sueco "Let the right one in".
Jonas Alexander Arnby presenta un trabajo frío, sereno, pausado y sosegado de espacios distantes, encuadres minimalistas, enfoques claustrofóbicos y fotografía gélida muy propios del cine nórdico sobre el descubrimiento en una muchacha apagada, solitaria y triste de su verdadera personalidad, rechazada y acosada por la comunidad en la que vive y cuyo secreto materno la invita a meditar quién es y la vida qué tendrá, a decidir sobre su coraje, a eliminar el miedo y descubrir la fuerza y placer de su progresivo descubrimiento.
 Quien busque adrenalina, movimiento sin descanso, sustos repentinos o vivacidad furiosa se equivoca de película, es sutil, frágil, de evolución moderada y explosión apenas perceptiva, busca más el reflejo cognitivo de sentirse atrapado y cazado, el miedo psicológico de su llamada de la naturaleza, la cohibida presencia que se desnuda y vuelca en instinto defensivo, la asunción inevitable de su propia diferencia que llamar la atención con fuegos luminosos de sangre roja y artificios malabares de adorno publicitario.
Aún con sus decididas y buenas intenciones no cumple con las perspectivas previstas ni las demandas esperadas, es demasiado ligera, superficial y escasa en su ofrecimiento, son evidentes las ganas de más y sensación de satisfacción no cumplida que rondan en tu cabeza.
La feroz bestia de agresividad hambrienta apenas enseña sus uñas y cuatro pelos en la espalda, muestra demasiado débil y endeble para saciar la curiosidad y apetito de su misterio prohibido.
Al igual que la mayoría de películas de terror que colman la pantalla hoy en día abusan del espectáculo visual y el ruido sonoro sin apenas consistencia meritoria en su contenido, a este breve relato le sucede lo contrario, correcta armonía de delicadeza e intuición pero no estaría mal que el pretendido lobo tomase un solomillo crudo de procedencia directa y exclusiva de la víctima como abre-apetito suculento y osara enseñar más sus dientes y colmillos,
¡Ni no poder dormir de la impresión ni que su impresión pueda alentar a ello!
¡Ni tanto ni tan poco!



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