miércoles, 22 de octubre de 2014

Betibú

Un muerto de peso cuyo nombre abre los telediarios y es portada de los periódicos desencadena una investigación que supone la vuelta a los ruedos de una escritora de facilidad ensimismada para las palabras y de un don meticuloso para la observación, acompañada de un hábil veterano muy curtido pero de retiro forzoso en crónicas menores y un joven principiante de nombramiento postizo, sin maneras ni arte cuya sombra les acompaña sin lograr iluminar mucho más allá del nombre del actor protagonista, Alberto Ammann, un suave y templado trío concertado por un José Coronado como director de orquesta que sirve de reclamo publicitario para vender la película y, un aroma cálido de abrazo tenue que envuelve las relaciones de los componentes que mueven y descubren la trama que oculta tan apetitoso asesinato.
Elementos conocidos de éxito argentino anterior (El secreto de sus ojos) con un ritmo sereno y plácido de técnica precisa, fotografía suave y acomodo perceptivo que oferta un suspense que deja entrever 
más de lo que confirma pues todos sus depurados, elegantes y pulcros movimientos son reforzados con tibieza por un hecho cuyo raso impacto explosivo no parece acorde al misterio e intriga contundente que pretende rezumar a cada lento, sobrio y delicado paso de avance.
El espectador se pierde momentáneamente entre nombres y enlaces no ofrecidos con inteligente claridad ni límpida evidencia expositiva más un recurso final a matones secretos de alto standing poderoso que resulta extemporáneo dada la finura, entereza y considerada maña de todo el proceso.
Una exquisita pareja centro de tu constante atención y mirada intuitiva, con un adorable y notable Daniel Fanego que abarca todo el encanto de un añejo proceder y estilo peculiar de amar una profesión son la comitiva de bienvenida y recepción continuada a un género que respeta el contexto, ambiente y aroma que quiere dar a conocer y en el que se place con armonía, gusto y consciente paciencia para guiar al espectador por la ruta del enjambre sabroso que permite recorrer las diferentes paradas de este thriller de poco ruido pero muchas nueces.
Adoras su andar, el perfume que respira, su fragancia escénica, la sutileza de su estética, el cuidado de sus formas, es graciosa la referencia a Betty Boop y simpática la anécdota de su historia -aunque poco atractiva y sugerente en la práctica-, tierno y dulce el romance imperecedero ofrecido a pies juntillas -aunque observado con más gracia y carisma en versiones anteriores-, complaciente su relato aunque lamentas que sólo se moje ligeramente y no profundice hasta el fondo de todas sus posibilidades, tibio y escaso el por qué de todos sus actos, poco motivante su esperado enigma, sobrante el recurso a una "furia" innecesaria, desdeñable la evasión temporal de su seguida y recorrido y la pérdida ocasional de una información no siempre digestiva ni sabia en su aporte interesante con la siempre sospecha inherente de ser una entrañable y querida copia de un original más suculento y placentero.
Válida y satisfactoria más allá de sus obvias carencias palpables nos presenta una Betibú eficiente, apacible y gustosa a pesar de sus pormenores pero sin el ímpetu, brío y encanto de ese magnífico secreto que encierran unos adorables y poéticos ojos de atrape y ensoñación eternas.
Mismo rol y cometido pero perteneciente a una división menor, linda metáfora que no apura todos sus recursos, de impresión esmerada pero no poderosa, lindo feeling y tacto de cautela diplomática y emoción sincera que apuesta con modestia y obtiene unos beneficios acordes a la huella de su inversión.
Recomendable, ingenua y acogedora, de conspiración no tan intrigante ni insidiosa  "...no se sabe por qué, quizás nunca se sepa" 





No hay comentarios: