jueves, 16 de octubre de 2014

Dos días, una noche

Penetrante, cautivadora e intensa interpretación de Marion Cotillard que lleva la cámara pegada a su cara, adherida cual sombra imposible de eliminar, testigo observador mudo e incesante, sin piedad ni descanso pendiente de todos sus pasos, de cada uno de sus gestos o expresiones faciales en esa búsqueda angustiosa y desesperada de la afinidad, comprensión y empatía de unos compañeros que también tienen sus propios problemas, la ruta de la pregunta clave de incógnita respuesta que lleva consigo la tensión del auxilio, la incomodidad de la ayuda, el beneficio de la lástima, el egoísmo de la supervivencia, la legitimidad de primero uno, el orgullo y ansiedad de encarar un reto limitado en el tiempo y de resolución interrogante, toda una inquieta y asfixiante partida de marcador ajustado según la voluntad y simpatía, aceptación o rechazo de unos trabajadores que sobreviven al igual que la delicada y frágil protagonista necesitada de una confianza y seguridad propias que, por el momento, busca en el milagro de las pastillas que suplen la fortaleza y coraje que la siempre-lantente-nunca-olvidada depresión le hizo perder.
Los hermanos Jean Pierre y Luc Dardenne plantean un dilema interesante, tirante, voraz y de cautiverio en las cuestiones que plantea donde todas las partes son tratadas con igualdad de respeto, con serenidad y sobriedad en sus variadas opciones y sin juicio previo ni moral latente, un guión que simplemente exhibe todas las cartas sociales posibles, todas las comprensibles y entendibles alternativas para crear un ambiente agrio, áspero y engorroso de reto, duda y difícil elección tanto para los interrogados como para la cuestionada como para el implicado espectador que observa abrumado todas las disyuntivas, que acompaña sin consuelo, con preocupación y desasosiego a la frustrada caminante casa por casa por la senda callejera de la humillación, de la resignación, de la emotiva exposición, del impacto directo y sorpresivo de una respuesta verbal ofensiva o acogedora, letal en su punzante lanza o suave en su abrazo inesperado, vivir cuando el valor, la fuerza y la resistencia para alejar ese tentativo pensamiento que opta por dejar de hacerlo es tan tenue, débil y poco resistente.
Argumento loable y sereno de efecto aplastante y lógica viviente, una dirección gélida, estática y segura en la que inevitablemente razonas sobre las cuestiones planteadas, espontáneamente te sitúas en cada uno de los papeles, ánimas a la protagonista en sus bajones, te desalientas en sus decepciones, te alegras en sus alivios, comprendes las negativas recibidas, recapacitas sobre las consecuencias de ambas posibilidades, los inconvenientes y frutos de todas las posturas, observas involucrado todo el amargo ambiente social, te apenas con ella, sobrevives a su lado, te afliges a su ritmo, te emociones en su compañía..., una visión tenaz, ardua y sin tregua que no permite la obviedad mental ni su relajado acompañamiento, de valentía llena de miedo y cobardía abandonada a la fuerza ante una situación límite que obliga a ello, equilibrio y justicia expositiva de todas las partes, honestidad tentativa de un bono de dinero falto y necesitado o trabajo urgente para una colega también necesitada, que se busque la vida o podría ser mi caso, tratar a los demás como quieres que te traten a ti o salvarse y no mirar atrás, sinceridad de una conciencia con o sin remordimiento que admite y acoge con igualdad de trato, preferencia y miramiento todas las posibilidades, ejemplar y sabia muestra de la discrepante y divergente composición de la sociedad y de sus variadas gentes. 
Disfruta de la alternancia de un tour de menú no determinado, de recorrido variable y emociones volubles sin reposo ni pausa, planteamiento psicópata de insaciable apetito devorado con fija ardiente frialdad y muchos suspiros, donde no hay una única respuesta de veracidad correcta ni de ética apropiada -ni se te pide que la halles- en esta agotadora letanía de dos días y una noche.



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