martes, 21 de octubre de 2014

Muerte en Buenos Aires

Tu primera impresión es de extrañeza, mareante confusión que no tiene pies ni cabeza para pasar a un ¡qué cachondeo de personajes!, ¡qué burla de investigación cómica y patética!, hasta que la bufonada que están viendo tus ojos encaja en el contexto que describe, una Argentina de 1989 sede de la corrupción judicial y policial a todos los niveles, con apagones intermitentes de iluminación, donde todo se realiza desde un cómodo andar-por-casa, se soluciona en familia sin armar mucho ruido cobrando cada uno la tarifa correspondiente y asignándole al tonto o cacique de turno la culpabilidad del acto en sí; sencillo, sin problemas, todos contentos -menos el susodicho, evidente- y cada uno a lo suyo sin molestar al de al lado.
Un muerto rico, un juez comprado, un pelele de jefe de policía y un colombo nada pulcro ni atractivo que se pica y decide hacer bien su trabajo, con una compañera estrambótica de corte decorativo y un gancho novato clave del siciliano desenlace, todo ello envuelto en un tufo de aroma homosexual que juega a armar revuelo, crear confusión y no acabar de confirmar nada.
Un cuadro pintoresco, triste y estrafalario al mismo tiempo, de mezcla irreverente y risa tonta por el despropósito vertido, con una música estridente y sonora de narrador de fondo, relato que gusta o lo envías a la porra por cansancio como esos monólogos que sigues para comprobar a dónde te conducen o lo olvidas y te entretienes con otra cosa.
La pareja protagonista formula un buen tándem de nulidad y torpeza circulatoria, una charlotada de recorrido que respira un aire de respeto tenue por esconder más de lo que parece a simple vista y ser una denuncia irónica y mordaz de la podredumbre y miseria, vergüenza y descaro que dominaba los altos cargos policiales, judiciales y los menores de asegurada boca sellada.
Es una buena idea, de contenido acusación-informativo, no realizado con demasiada habilidad y arte para que el público lo capte al instante; cutre y rudimentaria, de espíritu válido sin presentación estética seductora pero un fondo que vale la pena si sabes hacer una lectura más allá de su apariencia superficial pues sus armas y debilidades son la misma cosa, una simpleza y parsimonia en su andar, un paseo informal y caótico muestra ejemplar de una forma de proceder y colaborar en un lugar, tiempo y espacio en concreto.
Es suficiente su sabor si la sitúas en el entorno correcto y aprecias sus singulares aportaciones de descaro ofensivo y guasa penosa; si no sabes valorar su interior digno en formato de banalidad vacua y pitorreo con sustancia, te sabrá a nada.
No la desprecies de inmediato sin una oportunidad de atención e interés merecido no pernicioso pues ofrece un andar sin sentido ni motivación que tiene más sentido y motivo de lo esperado. 



No hay comentarios: