miércoles, 15 de octubre de 2014

Blanca como la nieve, roja como la sangre

El blanco es la nada, es el silencio..., el rojo es pasión, el color del amor..., mis sueños son del color de tu pelo"; ¿adivinas ese color?
El chico obsesionado con la más guapa del instituto, paralizado ante la belleza que sus ojos perciben en su presencia, alimentado de fragancia romántica que envuelve toda su alma, con el amigo fiel que le ayuda a conquistarla y la amiga de la infancia locamente enamorada de él en silencio; te suena ¿no?
A ello le añadimos una enfermedad grave y un profesor cool ejerciendo de consejero, todo un volver a la locura e ingravidez de la  adolescencia.
Es fácil adivinar como discurre el guión, el desenlace del argumento y toda la historia, por tanto, ¿motivo para verla?
Es inocente, pueril, sana y llena de encanto y salero, desprende simpatía, gracia y jovialidad y logra crear un ambiente alegre, dicharachero que es cómodo de llevar y sencillo de disfrutar, el desparpajo italiano y su incondicional labia en apoteosis de expresión adorable.
Su gran acierto es el actor protagonista, Filippo Scicchitano, su ligereza presencial y frescura interpretativa y la buena armonía y ritmo de los diálogos que tocan todos los puntos clásicos de estos relatos sin empalagar, ni abusar ni buscar las escenas tontas y la consabida lágrima de turno.
Las inquietudes de un chaval enamorado del amor, esa exclusividad del ardiente romance que sufre y da alegría por igual, la difícil tarea de abandonar la poética ensoñación y apreciar la dolorosa hermosura de amar de verdad, dejar la fantasía y encarar la realidad, madurar y dejar atrás la infancia, todo ello desde un escenario grato y ameno, de dulzura sonriente y entretenimiento agradable que se deja querer con gusto pues no pesa su equipaje y sus personajes, aunque cliché tópico reconocido de antemano, se ganan tu cariño y abrazo por crear, en conjunto una escenografía positiva, bonita de marcha alegre y risueña.
No lamentas su visión pues te hace recordar bien con paladar sabroso, es sencilla, amable, de grato placer tenue, apenas profundiza en nada ni se molesta en ser penetrante pero, lo dice todo con brevedad y soltura y se capta al vuelo sin esfuerzo coreográfico de espectáculo innecesario, evita con acierto el estridente ruido de relleno decorativo y opta por la evidencia y desnudez de su naturalidad y simple andar.
Tu memoria traerá con cariño del baúl de los recuerdos todas las historias similares, calcadas vistas en el tiempo, un satisfactorio volver la mirada al pasado y volver a tener "16 velas" en el pastel de cumpleaños, sentir desvanecer el mundo cuando cruzas la mirada con ella -o él, sin discriminar- y renombrar esa añeja amistad como nuestro primer y único amor verdadero.
¡Aaayyyyy!, la ignorancia de la inocencia que querida, bella y !peligrosa!
Es simpática, alegre y cordial -me repito, lo se-, de emociones conocidas y sentimientos vividos, sin más; decide si te es suficiente.
Quién no ha sentido alguna vez, o más de una, ese emprendedor espíritu de Romeo en busca de su anhelada, maravillosa y perfecta Julieta aunque, ahora en el cuento, Julieta ya no está a la espera de verlo venir y ¡se busca la vida!
Versión clásica o moderna, para todos los gustos, éste tira más hacia el original.



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